¿Qué tienen en común el poeta y Apolo?
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Apolo (en griego: Ἀπόλλων, transl. Apóllōn, o Ἀπέλλων, transl. Apellōn) es una de las deidades principales de la mitología griega, y uno de los dioses olímpicos más significativos, motivo por el cual le dedicaron una gran cantidad de templos. Hijo de Zeus y Leto, y hermano mellizo de Artemisa, poseía muchos atributos y funciones, y posiblemente después de Zeus fue el dios más influyente y venerado de todos los de la Antigüedad clásica.
Es descrito como el dios de las artes, del arco y la flecha, que amenazaba o protegía desde lo alto de los cielos, siendo identificado con la luz de la verdad. Era temido por los otros dioses y solamente su padre y su madre podían contenerlo. Es el dios de la muerte súbita, de las plagas y enfermedades, pero también el dios de la curación y de la protección contra las fuerzas malignas. Además, es el dios de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, el iniciador de los jóvenes en el mundo de los adultos, estaba conectado a la naturaleza, a las hierbas y a los rebaños, y es protector de los pastores, marineros y arqueros.
Los orígenes de su mito son oscuros, pero en el tiempo de Homero (siglo VIII a, C,) ya era de gran importancia, siendo uno de los más citados en la Ilíada. Posteriormente la mitología romana lo incluye recién en el siglo V a. C., época en que le dedican el primer templo.
Hacía a los hombres conscientes de sus pecados y era el agente de su purificación; presidía las leyes de la religión y las constituciones de las ciudades.
Era símbolo de inspiración profética y artística, siendo el patrono del más famoso oráculo de la Antigüedad, el oráculo de Delfos, y líder de las musas. Como jefe de las Musas inspiradoras (con el epíteto Apolo Musageta) y director de su coro actuaba como dios patrón de la música y la poesía. Su lira se convirtió en un atributo común. Los himnos cantados en su honor recibían el nombre de peanes (Peán era su nieto, hijo de Asclepio).
Tuvo muchos amores, especialmente con sus musas, y producto de sus andanzas tuvo alrededor de una veintena de hijos, aunque en ese terreno tuvo algunas desgracias. Fue representado innumerables veces desde la Antigüedad, generalmente como un hombre joven, desnudo y sin barba, en la plenitud de su vigor, a veces con un manto, un arco y un carcaj de flechas, y generalmente una lira, creada por su hermano Hermes para él, y con algunos de sus animales simbólicos como la serpiente (que se utiliza en la medicina), el cuervo o el grifo.[1]
En la época helenística, especialmente durante el siglo III a. C., pasó del epíteto Apollo Helios a ser identificado por los griegos con Helios, dios del sol, y de forma parecida su hermana se equiparó con Selene, diosa de la luna.[Nota 1]
Apolo fue identificado sincréticamente con un gran número de divinidades en sus diferentes lugares de culto, y sobrevivió secretamente a lo largo de la expansión del cristianismo: en la Edad Media, Apolo fue identificado por los cristianos con el Demonio, asociado con el poder profano, como es sabido, el culto a otros dioses en la época cristiana estaba prohibido y era sinónimo de cumplir una condena en la hoguera, haciendo cumplir esto a través de edictos a lo largo de toda la extensión del vasto imperio romano.
Ya en la era contemporánea, tales edictos de prohibiciones quedaron sin efecto, y su culto volvió a practicarse. Actualmente, y después de un prolongado silencio de siglos, su culto es llevado a cabo por los seguidores del helenismo de Europa, América, y especialmente de Grecia.[2]
Su mito se ha empleado durante siglos por filósofos, artistas y otros intelectuales para la interpretación e ilustración de una variedad de aspectos de la vida humana, de la sociedad y de fenómenos de la naturaleza, y su imagen está presente en una gran variedad de formas en nuestros días.[1][3][4][5][6]