¿Qué sucedió con el comerciante? La peste Albert camus
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Los curiosos acontecimientos que constituyen el tema de esta crónica se produjeron en el año
194... en Oran. Para la generalidad resultaron enteramente fuera de lugar y un poco aparte de
lo cotidiano. A primera vista Oran es, en efecto, una ciudad como cualquier otra, una
prefectura francesa en la costa argelina y nada más.
La ciudad, en sí misma, hay que confesarlo, es fea. Su aspecto es tranquilo y se necesita
cierto tiempo para percibir lo que la hace diferente de las otras ciudades comerciales de
cualquier latitud. ¿Cómo sugerir, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin árboles y sin
jardines, donde no puede haber aleteos ni susurros de hojas, un lugar neutro, en una palabra?
El cambio de las estaciones sólo se puede notar en el cielo. La primavera se anuncia
únicamente por la calidad del aire o por los cestos de flores que traen a vender los muchachos
de los alrededores; una primavera que venden en los mercados. Durante el verano el sol
abrasa las casas resecas y cubre los muros con una ceniza gris; se llega a no poder vivir más
que a la sombra de las persianas cerradas. En otoño, en cambio, un diluvio de barro. Los días
buenos sólo llegan en el invierno.
El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se
ama y cómo se muere. En nuestra ciudad, por efecto del clima, todo ello se hace igual, con el
mismo aire frenético y ausente. Es decir, que se aburre uno y se dedica a adquirir hábitos.
Nuestros conciudadanos trabajan mucho, pero siempre para enriquecerse. Se interesan sobre
todo por el comercio, y se ocupan principalmente, según propia expresión, de hacer
negocios. Naturalmente, también les gustan las expansiones simples: las mujeres, el cine y
los baños de mar. Pero, muy sensatamente, reservan los placeres para el sábado después de
mediodía y el domingo, procurando los otros días de la semana hacer mucho dinero. Por las
tardes, cuando dejan sus despachos, se reúnen a una hora fija en los cafés, se pasean por un
determinado bulevar o se asoman al balcón. Los deseos de la gente joven son violentos y
breves, mientras que los vicios de los mayores no exceden de las francachelas, los banquetes
de camaradería y los círculos donde se juega fuerte al azar de las cartas.
Se dirá, sin duda, que nada de esto es particular de nuestra ciudad y que, en suma, todos
nuestros contemporáneos son así. Sin duda, nada es más natural hoy día que ver a las gentes
trabajar de la mañana a la noche y en seguida elegir, entre el café, el juego y la charla, el
modo de perder el tiempo que les queda por vivir. Pero hay ciudades y países donde las
gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa. En general, esto no
hace cambiar sus vidas, pero al menos han tenido la sospecha y eso es su ganancia. Oran, por
el contrario, es en apariencia una ciudad sin ninguna sospecha, es decir, una ciudad
enteramente moderna. Por lo tanto, no es necesario especificar la manera de amar que se
estila. Los hombres y mujeres o bien se devoran rápidamente en eso que se llama el acto del
amor, o bien se crean el compromiso de una larga costumbre a dúo. Entre estos dos extremos
no hay término medio. Eso tampoco es original. En Oran, como en otras partes, por falta de
tiempo y de reflexión, se ve uno obligado a amar sin darse cuenta.
Explicación:
Respuesta:
y al final que le sucedió???