QUE SUCEDERIA SI NO SE CUMPLIERA EL CICLO VITAL EN LOS ANIMALES
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Al nacer, todos sabemos que vamos a morir. Esto es lo que nos hace dirigir todos nuestros esfuerzos hacia vivir la vida intensamente. Se podría decir que saber que vamos a morir nos enseña a amar, a querer, a recordar… a vivir. Así, desde que nacemos se nos enseña que existe un ciclo vital. Luego la cultura y el mismo instinto de supervivencia nos convence de que este ciclo vital debe ser cumplido, por lo que simplemente pensar que puede romperse sin llegar a su fin nos resulta insólito.
Aunque el duelo se defina como una reacción adaptativa normal ante la pérdida de un ser querido, es un acontecimiento vital estresante de primera magnitud. Pero, ¿qué sucede cuando este duelo se da debido al fallecimiento de una persona a la que “no le tocaba”? A una persona joven que “tiene tanto por vivir aún”. Estos son duelos más difíciles de afrontar, ya que en aquí, la persona no ha cumplido su ciclo vital.
La muerte de un niño o de un adolescente es más inexplicable y difícil de asumir que la de un anciano. Esta última supone que la persona ya ha realizado su ciclo vital y la expectativa de vida es corta. Por lo que si la edad del fallecido es corta resulta un factor importante. Son duelos que generan mucha ira, impotencia y cuestionamientos.
El fin de estas vidas suponen la pérdida de una parte de ti mismo. La relación, los sentimientos y las sensaciones que te despertaba su presencia conformaba esa parte de tu imagen que el otro te devolvía y que desaparece con su muerte. Y es que, a diferencia de lo que puede suceder con un adulto mayor, cognitivamente no estamos preparados para esta ruptura, por lo que aceptar su muerte es una tarea que requiere de mucho trabajo.
Aunque el duelo se defina como una reacción adaptativa normal ante la pérdida de un ser querido, es un acontecimiento vital estresante de primera magnitud. Pero, ¿qué sucede cuando este duelo se da debido al fallecimiento de una persona a la que “no le tocaba”? A una persona joven que “tiene tanto por vivir aún”. Estos son duelos más difíciles de afrontar, ya que en aquí, la persona no ha cumplido su ciclo vital.
La muerte de un niño o de un adolescente es más inexplicable y difícil de asumir que la de un anciano. Esta última supone que la persona ya ha realizado su ciclo vital y la expectativa de vida es corta. Por lo que si la edad del fallecido es corta resulta un factor importante. Son duelos que generan mucha ira, impotencia y cuestionamientos.
El fin de estas vidas suponen la pérdida de una parte de ti mismo. La relación, los sentimientos y las sensaciones que te despertaba su presencia conformaba esa parte de tu imagen que el otro te devolvía y que desaparece con su muerte. Y es que, a diferencia de lo que puede suceder con un adulto mayor, cognitivamente no estamos preparados para esta ruptura, por lo que aceptar su muerte es una tarea que requiere de mucho trabajo.
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