Ciencias Sociales, pregunta formulada por magritiziana6, hace 1 mes

¿que sucede cuando el estado y la nación no coinciden? Por favor respondan rápido ​


288282: En general, las naciones sin Estado cumplen, al menos, alguno de los tres criterios siguientes: ... Reconocimiento oficial por parte del Estado como comunidad nacional, nacionalidad o semejante. Presencia de rasgos culturales o lingüísticos bien definidos y diferenciados de los mayoritarios en el Estado.

Respuestas a la pregunta

Contestado por lanena0424
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Respuesta:

Ocurre, empero, que en el territorio de un Estado nacional puede haber también pueblos que no se sientan del todo integrados en la nación de la que emana el Estado del que forman parte. Ahora bien, estos pueblos, que cuentan con ciertas características lingüísticas, étnicas y culturales, ¿responden, en puridad, a lo que se ha predicado de la nación? Algunos geógrafos políticos prefieren emplear en estos casos el término subnación. ¿Por qué? Porque no siempre tienen la unidad lingüística que se esgrime, por mas que una parte más o menos importante del pueblo tenga en la lengua vernácula su primera forma de expresión; porque su patrimonio cultural no suele diferir, mucho del que es común al resto de la población, y porque no está muy claro que se dé en ellas la cohesión estable y duradera que pueda erigirlas en verdaderas entidades nacionales. Y, por añadidura, porque el factor étnico tampoco resulta tan definitivo como elemento diferenciador. Sólo cuando han desarrollado una ideología nacionalista -que sobrevalora, en ocasiones patológicamente, las peculiaridades nacionales- han podido escapar en alguna medida a su asimilación total y se han constituido en subnaciones activas que, yendo más lejos, reivindican el estatuto de naciones tout court.

Llegamos así a las llamadas naciones sin Estado. Fenómeno muy variado y complejo, no exento de cierta confusión, pues a veces es difícil establecer claramente las diferencias que las separan de las subnaciones consolidadas que han avanzado más en el camino de sus reivindicaciones nacionalistas. Naciones sin Estado son, por ejemplo, aquellas que, en el seno de un Estado (la palestina) o repartidas entre diversos Estados (la kurda), vienen luchando por la recuperación de su territorio para constituirse en Estados-nación. Y quizá cabría incluir en ellas el caso de ciertas dualidades nacionales que pueden entrañar un riesgo para sus respectivas unidades estatales. (Así, Canadá -"dos naciones, un Estado"-, o Bélgica, donde la organización federal del Estado, que se acaba de sancionar, es el último intento realizado para evitar una eventual ruptura de la unidad estatal).

Ahora bien, ¿podríamos añadir, mutatis mutandis, aquellos otros casos en los que los criterios de pertenencia y solidaridad etnocultural pretenden ofrecer un referente simbólico a nuevas necesidades de identidad, que desembocan en una evolución aún no muy netamente expresada o definida respecto del Estado nacional en el que se manifiestan? (¿Se sorprenderá el lector si al autor le ronda por la mente el nombre de Euskadi? ¿Se incurre en una exageración flagrante si se entiende que del discurso nacionalista vasco se sigue un deseo de trocar el presente conflictivo de "una nación dividida entre dos Estados" por el futuro promisorio de un Estado-nación?).

Y, para terminar, permítaseme, sub specie Hispaniae, hacer una reflexión, plantear un problema y formular un par de preguntas. En la Constitución de 1978, la palabra nación se emplea sólo en el caso de la "Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles". Pero, además, se incluyó el término "nacionalidades", que no se definió. Mala cosa es esta indeterminación. Porque si la nacionalidad es un vínculo político y jurídico- que une a una persona con un Estado determinado -y sólo por extensión, y acaso discutiblemente, un grupo étnico que constituye una nación-, la indefinición constitucional, por muy fórmula de transacción que fuera, es una licencia léxica peligrosa, susceptible de interpretaciones harto equívocas y fuente inagotable de conflictos.

,Por otro lado, el Estado, aunque uno e indivisible, al estar formado por un conjunto de regiones y nacionalidades, constituidas en comunidades autónomas, adquiere así una nueva condición, la de Estado unitario regionalizable. En otras palabras: se admitió que la unidad del Estado no es incompatible con la heterogeneidad nacional. El problema es, pues, cómo se concilian las nacionalidades (¿naciones, sin más?) con el propósito de mantener el carácter unitario del Estado. La solución de este problema muy probablemente estará en la respuesta a estas dos preguntas, que sena muy conveniente no retrasar demasiado: ¿es España una verdadera nación de naciones (y de regiones)? Y si lo es, ¿por qué no se obra en consecuencia?

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