que significado tiene el hecho de que lloviera, en comala, cuando Pedro paramo creyo estar feliz en su matrimonio
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La máxima obra de Juan Rulfo ha sido examinada desde tantos puntos de vista, interpretada tantas veces en su excepcional estructura y en su significado profundo1, que parece difícil ya, después de los últimos, valiosos aportes2, poder decir sobre ella no solamente algo nuevo, sino sencillamente algo más. Y sin embargo, después de haber estudiado, en su tiempo, el singular juego entre realidad e irrealidad3 y tratado de Pedro Páramo en varias ocasiones4, vuelvo a examinar esta obra extraordinaria para poner de relieve el papel que en ella representa el silencio5.
En época ya lejana, en un libro todavía insustituible, Hugo Rodríguez Alcalá trató, de manera inmejorable, de los medios de que se sirve en su novela el gran escritor mexicano, especialmente, por lo que aquí me interesa, de la función en ella de los rumores6. Confiesa el crítico citado que el mismo Juan Rulfo, en una conversación, le llamó la atención sobre la importancia que ellos tienen en su obra. Pero el ruido vive del silencio, lo dimensiona y lo exalta o lo vuelve dramático. Escribía en mi ensayo dedicado a Realtà e irrealtà in «Pedro Páramo» que el silencio es una de las presencias más relevantes del mundo de Comala7, ciudad en vilo, entre real e irreal, suspendida «en la mera boca del infierno»8. Un gran silencio la domina, expectación de una catástrofe inminente: «Todo parecía estar como en espera de algo»9. El protagonista, Juan Preciado, llegado a la ciudad fantasmal, tiene la impresión de haber llegado a un pueblo «sin ruido»10.
Ya nos encontramos con una dimensión del silencio: la falta de ruidos. Para el hombre acostumbrado a «sentir» el mundo a través del ruido, el efecto es inquietante. Especialmente le impresionan las calles; Juan Preciado nota en ellas, al atardecer, la ausencia de voces infantiles, propias a esas horas de un pueblo rural, cuando los niños se dedican a sus juegos: «Era la hora en que los niños jugaban en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la tarde. Cuando aún las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol»11.
En Comala falta este panorama de vida, tan presente en el personaje, por haber vivido antes en Sayula, donde «a esta misma hora» la tarde se llenaba de gritos. En Comala todo ello falta: es un pueblo «sin ruidos»12.
En los pasajes citados hasta aquí el silencio se nos presenta en dos dimensiones: una dramática, la expectativa de algo que va a ocurrir y que permanece misterioso, pero que ciertamente será de signo negativo; otra sentimental, privación de un dato que podríamos llamar interior, o afectivo, y que implica sorpresa, decepción, predisposición a lo peor.
Por otro lado las páginas iniciales de Pedro Páramo están totalmente dominadas por el silencio. Nos damos cuenta de ello hacia la mitad de la novela, cuando, por su particular estructura, aprendemos que ni siquiera los diálogos son reales pues los recuerda Juan Preciado cuando ya está bajo la tierra, o sea cuando revive su experiencia terrena desde muerto. En su rememorar, nada en realidad tiene ruido y sin embargo abundan las referencias al silencio. Un silencio profundo sigue a la muerte de la madre de Juan Preciado. El diálogo, difícil, tenso, entre el protagonista y el arriero con quien se encuentra a lo largo del camino que le lleva a Comala, cae pronto en un silencio total: «Y volvimos al silencio»13. Un silencio cuya dimensión profunda, relación tirante entre dos individuos, nos la subraya un ruido repetido, el «trote rebotado de los burros»14.
En Comala una señora le aparece al protagonista y pronto desaparece, «como si no existiera»15, aunque en una sucesiva aparición hablará, para indicarle donde vive una vieja amiga de su madre, doña Eduvigis. Es un mundo fantasmal, de puras apariencias, y en el pueblo falta cualquier ruido. Reflexionando más tarde sobre este hecho Juan Preciado se dará cuenta de que su impresión por tanto silencio que «escuchaba», se debe a su falta de entrenamiento, a la costumbre del ser humano, que mide el mundo y lo asume a través del ruido. El silencio, a su manera, es un ruido, se le escucha, un ruido que sólo la muerte permite percibirlo exactamente por lo que es:
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