Que significaba el tiempo en la edad media
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El tiempo, desde siempre se ha tomado como la única forma de conocer exactamente el ritmo de las cosas… eran necesarios los días para separar las jornadas de trabajo; los meses separaban las épocas de siembra, cuidado y recolección de vegetales; los animales comían, parían y morían según unos períodos establecidos…. Y todo eso no es sino tiempo.
Ahora bien, con el tiempo siempre surge la siguiente pregunta: ¿qué y cómo se representa de lago tan abstracto como es el devenir del futuro, alejarnos del pasado y vivir el presente? En la Edad Media, el tiempo representaba un “doble significado”: por un lado estaba el lado físico, que se medía con el transcurso del sol y la luna, es decir, la fase en la que había luz, así como los ciclos lunares y otros fenómenos atmosféricos, meteorológicos y siderales. Pero por otro lado, el espiritual, se medía por medio de lo que el pueblo tenía más a mano: las campanas de iglesia. Estas campanas no eran sino el instrumento que usaba la Iglesia para indicar los ciclos litúrgicos y, por extensión, toda la vida religiosa de la persona, lo que antes representaba una parte principal de la existencia del ser humano. Pero esta religiosidad estaba realmente basada en la naturaleza, lo que se traducía en una perfecta correspondencia entre solsticios, equinoccios, estaciones y demás medidas “físicas” con la Pascua, Navidad, Santoral, Cuaresma, etc.
En un primer momento, la sociedad estaba regida por lo que podemos llamar “calendario agrícola”, aunque es a mediados del siglo XIII cuando se toma la religión y todo lo que conlleva como calendario principal de la vida del hombre de la época.Además, este control por campanas para marcar las horas en las que se dividía el día, fue poco a poco reemplazado por el uso de relojes, aunque en un primer momento no eran lo exactos que podían desearse. Por este motivo, el cálculo del tiempo por el sol se mantuvo hasta bien entrada la técnica de construcción de relojes no solares.
Actualmente disfrutamos de relojes de cuarzo, digitales, de cesio, atómicos… tremendamente exactos, en los que no podemos de forma manual el desajuste horario producido por error de cálculo. Pero para el ser humano de la calle, el que equivale a aquel granjero que miraba el sol para saber a la hora que debía empezar o acabar de trabajar, es más que suficiente para tener controlada su vida. Parece que nos hemos liberado de cargas como el trabajo físico (en el sentido medieval, donde era todo mucho más duro), la religiosidad extrema o la obediencia inmoral hacia una figura discutiblemente propia a la que jurar lealtad hasta la muerte… pero en realidad el ser humano sigue siendo el mismo, con las mismas inquietudes, el mismo alma, el mismo sentimiento
Ahora bien, con el tiempo siempre surge la siguiente pregunta: ¿qué y cómo se representa de lago tan abstracto como es el devenir del futuro, alejarnos del pasado y vivir el presente? En la Edad Media, el tiempo representaba un “doble significado”: por un lado estaba el lado físico, que se medía con el transcurso del sol y la luna, es decir, la fase en la que había luz, así como los ciclos lunares y otros fenómenos atmosféricos, meteorológicos y siderales. Pero por otro lado, el espiritual, se medía por medio de lo que el pueblo tenía más a mano: las campanas de iglesia. Estas campanas no eran sino el instrumento que usaba la Iglesia para indicar los ciclos litúrgicos y, por extensión, toda la vida religiosa de la persona, lo que antes representaba una parte principal de la existencia del ser humano. Pero esta religiosidad estaba realmente basada en la naturaleza, lo que se traducía en una perfecta correspondencia entre solsticios, equinoccios, estaciones y demás medidas “físicas” con la Pascua, Navidad, Santoral, Cuaresma, etc.
En un primer momento, la sociedad estaba regida por lo que podemos llamar “calendario agrícola”, aunque es a mediados del siglo XIII cuando se toma la religión y todo lo que conlleva como calendario principal de la vida del hombre de la época.Además, este control por campanas para marcar las horas en las que se dividía el día, fue poco a poco reemplazado por el uso de relojes, aunque en un primer momento no eran lo exactos que podían desearse. Por este motivo, el cálculo del tiempo por el sol se mantuvo hasta bien entrada la técnica de construcción de relojes no solares.
Actualmente disfrutamos de relojes de cuarzo, digitales, de cesio, atómicos… tremendamente exactos, en los que no podemos de forma manual el desajuste horario producido por error de cálculo. Pero para el ser humano de la calle, el que equivale a aquel granjero que miraba el sol para saber a la hora que debía empezar o acabar de trabajar, es más que suficiente para tener controlada su vida. Parece que nos hemos liberado de cargas como el trabajo físico (en el sentido medieval, donde era todo mucho más duro), la religiosidad extrema o la obediencia inmoral hacia una figura discutiblemente propia a la que jurar lealtad hasta la muerte… pero en realidad el ser humano sigue siendo el mismo, con las mismas inquietudes, el mismo alma, el mismo sentimiento
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