que significa el poema dulce, canoro cisne Mexicano?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Me gusta imaginar a don Carlos de Sigüenza y Góngora afanado en sus labores de hombre de ciencia. Puedo verlo, arrimado a una ventana o trepado en alguna azotea, escudriñando el cielo nocturno a través de los vidrios redondos de sus lentes. De vez en cuando baja la vista y se concentra en los papeles sobre la mesa: traza órbitas de grafito con el compás; delinea con una pluma las costas de los astros; se estremece al pensar en el hielo que cubre los acantilados de los asteroides. Me gusta también imaginar que don Carlos, al margen de las cifras, los cálculos y los mapas estelares, de pronto garabatea un par de versos que se le venían a la mente: “...en lóbrega noche fría / sirven de sol las estrellas”.[1]
A diferencia de otros personajes de la segunda mitad del siglo xvii, como Alonso Ramírez de Vargas, Diego de Ribera, Felipe Santoyo García o sor Juana Inés de la Cruz, Sigüenza no fue reconocido en su tiempo como poeta: para sus contemporáneos era –sobre todo– un sabio, un erudito, un científico, si se quiere. Y esa es la imagen de nuestro novohispano que heredó la posteridad: se ha hablado de sus disputas astronómicas, de sus excavaciones en Teotihuacán, de esa que algunos consideran la primer novela mexicana, los Infortunios de Alonso Ramírez, pero ¿quién podría recordar en nuestros días alguno de sus versos? Agobiado por las múltiples tareas que demandaban sus varios oficios de catedrático, capellán, cosmógrafo y otros más, Sigüenza no pudo haber escrito su poesía sino al margen. Con todo, don Carlos de Sigüenza y Góngora fue un poeta y nos ha legado una buena cantidad de composiciones en las que pueden verse los vuelos que podía alcanzar su pluma.
En las líneas siguientes, me propongo ofrecer un panorama general de la obra poética de don Carlos: sus temas, sus rasgos estilísticos, sus virtudes. Es necesario que dejemos de lado, por un momento, los tratados científicos y emprendamos una travesía por los romances, las octavas, los sonetos. Es posible que el viaje nos depare el hallazgo de luminosos astros de tinta, constelados por el sabio sobre la página, y que se han ido apagando, injustamente, con el paso de los siglos.