Que sentido tiene el hombre para renouvier en la filosofia contemporanea
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Planteamiento y características. Es toda aquella doctrina que mantiene el primado ontológico, ético y social de la persona (v.). Más que de un sistema claramente delimitado, se trata de una concepción de contornos poco delineados y que engloba bajo sí posturas filosóficas de tendencia muy diversa con el denominador común de la exaltación de la dignidad de la persona. El término p., creado por Paul Janet en su Histoire de la philosophie. Les problémas el les écoles, fue difundido por Ch. Renouvier con su obra Le personnalisme (París 1903).
Características fundamentales del p. son: 1) Primacía de la persona en el orden óntico; todo el dinamismo del ser (v.) culmina en la personalización, de tal modo que, como señala E. Mounier, para el p. es la persona la realidad central del universo; los demás seres impersonales se presentan como un retroceso de la naturaleza en este proceso de personalización; lo impersonal, la cosa (v.), pierde su autonomía óntica, adquiriendo únicamente sentido en cuanto está' al servicio de la persona.
2) Como consecuencia, el p. se pone a toda doctrina que disminuye el valor óntico de la persona, ya por reducirla a «uno más» entre los seres de la naturaleza -caso de las diversas formas de materialismo (v.)- ya por considerarla como una mera epifanía de un principio superior -caso del idealismo (v.) absoluto-. En este sentido ha dicho B. P. Bowne que el p. niega cualquier tipo de impersonal ización de la persona, «sea en la forma inferior del mecanicismo materialista, sea en la forma abstracta de las concepciones idealistas» (Personalism, Boston 1908, 263); no hay que olvidar que, al menos en Estados Unidos, el p. nació como reacción frente al idealismo de J. Royce, de orientación hegeliana. Por su parte Renouvier insiste en que el p. tiene como impronta determinante el ser una concepción en la que la persona es una entidad consciente, libre y autónoma, que no puede deducirse en modo alguno de ningún otro principio o sustancia última y fundamental. No obstante, y es dato que confirma la imprecisión de la noción de p., uno de los más destacados personalistas, A. C. Knudson sostiene que esta doctrina está más allá del monismo (v.) y del pluralismo (v.), siendo lo esencial en ella el que «considera la unidad consciente, la identidad y la libre actividad de la persona como la llave maestra que resuelve la naturaleza de la realidad y los problemas capitales de la filosofía» (The Philosophy of Personalism, Nueva York 1927, 87).
3) Esta primacía óntica de la persona se despliega en un abanico de posibilidades éticas, socio-políticas y pedagógicas. Éticamente, la dignidad de la persona se cifra en que es la única que tiene capacidad para realizar los valores; el valor sólo es tal por y en relación con la persona, que puede, en su dinamismo, dar concreción al reino a priori de los valores (v. MORAL; ÉTICA). En este exclusivismo axiológico de la persona frente a la cosa radica, según L. W. Stern, la excelencia de la primera, constituida por la dignidad, frente a la segunda, que se expresa en el precio.
Características fundamentales del p. son: 1) Primacía de la persona en el orden óntico; todo el dinamismo del ser (v.) culmina en la personalización, de tal modo que, como señala E. Mounier, para el p. es la persona la realidad central del universo; los demás seres impersonales se presentan como un retroceso de la naturaleza en este proceso de personalización; lo impersonal, la cosa (v.), pierde su autonomía óntica, adquiriendo únicamente sentido en cuanto está' al servicio de la persona.
2) Como consecuencia, el p. se pone a toda doctrina que disminuye el valor óntico de la persona, ya por reducirla a «uno más» entre los seres de la naturaleza -caso de las diversas formas de materialismo (v.)- ya por considerarla como una mera epifanía de un principio superior -caso del idealismo (v.) absoluto-. En este sentido ha dicho B. P. Bowne que el p. niega cualquier tipo de impersonal ización de la persona, «sea en la forma inferior del mecanicismo materialista, sea en la forma abstracta de las concepciones idealistas» (Personalism, Boston 1908, 263); no hay que olvidar que, al menos en Estados Unidos, el p. nació como reacción frente al idealismo de J. Royce, de orientación hegeliana. Por su parte Renouvier insiste en que el p. tiene como impronta determinante el ser una concepción en la que la persona es una entidad consciente, libre y autónoma, que no puede deducirse en modo alguno de ningún otro principio o sustancia última y fundamental. No obstante, y es dato que confirma la imprecisión de la noción de p., uno de los más destacados personalistas, A. C. Knudson sostiene que esta doctrina está más allá del monismo (v.) y del pluralismo (v.), siendo lo esencial en ella el que «considera la unidad consciente, la identidad y la libre actividad de la persona como la llave maestra que resuelve la naturaleza de la realidad y los problemas capitales de la filosofía» (The Philosophy of Personalism, Nueva York 1927, 87).
3) Esta primacía óntica de la persona se despliega en un abanico de posibilidades éticas, socio-políticas y pedagógicas. Éticamente, la dignidad de la persona se cifra en que es la única que tiene capacidad para realizar los valores; el valor sólo es tal por y en relación con la persona, que puede, en su dinamismo, dar concreción al reino a priori de los valores (v. MORAL; ÉTICA). En este exclusivismo axiológico de la persona frente a la cosa radica, según L. W. Stern, la excelencia de la primera, constituida por la dignidad, frente a la segunda, que se expresa en el precio.
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