Que representa el retrato de Manuela rosas?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Toda la vida pública y privada de Rosas se divide en dos partes genéricas: crimen, y farsa.
Nadie como él ha sabido inventar crímenes desconocidos hasta ahora; pero nadie también se le presenta de rival en la invención de la farsa. Con la imaginación que el diablo le ha dado, Rosas habría sido un inimitable poeta cómico.
Pocos son los que no saben de memoria algún cuento sobre alguna chanza de Rosas. Desde su juventud, las burlas groseras, pero ingeniosas, han sido uno de los distintivos de su carácter; y víctimas de ellas han sido cuantos le han rodeado, nacionales como extranjeros, sin exceptuar, entre estos, ministros plenipotenciarios de la Inglaterra y de la Francia.
Nadie escribiría una historia perfecta de la vida de Rosas, si no hiciera reír al mismo tiempo que llorar.
Pero entre todo cuanto hemos oído de él, en género de farsas, nada más cómico que lo que acaba de ocurrir con el retrato de su hija.
Vamos a contar el suceso, advirtiendo que estamos perfectamente seguros sobre la verdad del fondo y detalles de él.
Todos habrán observado que después de tantos años en que Manuela Rosas representa oficialmente la voluntad y los caprichos de su padre, siendo ella en Buenos Aires el genio de la prosternación universal, su retrato no había aparecido jamás, mientras que el de su padre se encuentra en los salones y en las barberías, en la moneda, en las cintas, en los abanicos, a todos precios, y en un centenar de grabados diferentes. ¿Quién no habría comprado y ostentado la imagen de Manuela? Sin embargo, todos se quedaban sin ella, porque la joven, por un sentimiento que no puede interpretarse sino muy favorablemente a su carácter, había resistido siempre a que sacasen su retrato; y no necesitamos decir, cuántos artistas habrán solicitado ese honor.
No había, pues, retrato de Manuela.
Pero he aquí, de repente, que surge de los promotores del baile monstruo el pensamiento de ennoblecer y magnificar los salones con una copia al óleo de ese original martirizado por los desbordes del popular amor que se llama Manuela Rosas.
Hacerse sentir ese pensamiento, y volar a Palermo la comisión del baile, debía ser, como lo fue, la obra de un solo día, de una sola hora.
La pobre joven, destinada como el Diplomático sin saberlo a ser aturdida por el excesivo amor de medio mundo, se vio asaltada de improviso por los discursos de la comisión, pronunciados bajo las más rigorosas leyes de la oratoria.
Manuela que no tiene, como ninguno en Buenos Aires, libertad propia para cosa alguna, contestó a la comisión: que consultaría a su tatita sobre la pretensión de los señores del baile.
Y contra sus deseos, o con ellos, la joven dio cuenta a Rosas de lo que ocurría.
Inmediatamente, Rosas manda llamar a su presencia a los señores don Juan Nepomuceno Terreros, don Luis Dorrego y don Gervasio Rosas.
Reunidos estos tres caballeros, Rosas les comunica el deseo manifestado por la comisión del baile, sobre tener un retrato de su querida hija. Pero, señores -continúa-, para mí este es un asunto de conciencia; yo no me atrevo a resolverlo por mí solo, y os he llamado para depositar en vuestra sabiduría y en vuestra moral un asunto en que mi corazón de padre puede extraviarse. Os entrego mi hija, haced cuenta que es vuestra, y resolved lo que vuestra conciencia os aconseje. Quedáis desde ahora reunidos en comisión para este asunto.
Con el corazón dolorido y las lágrimas en los ojos, salieron de Palermo aquellos señores, en quienes el padre de la patria acababa de depositar responsabilidad tan seria; y después de haber consultado con Dios y su conciencia todo un día, se reunieron al siguiente, en primera sesión.
Cada uno hizo su discurso competente; pero acabaron por convenirse en que la hija del jefe supremo debía hacer el inmenso sacrificio de dejarse retratar, puesto que el acendrado amor de sus compatriotas se lo pedía así.
Esta resolución fue comunicada a Rosas, que contestó:
-Que se prestaba humilde al fallo de la comisión, pero que continuase sus sesiones para disponer todo lo que fuese concerniente al retrato.
La comisión vuelve a reunirse inmediatamente, y empieza por deliberar sobre el color del traje con que debería ser retratada Manuela.
Allí se hizo la historia de todos los colores; es decir, la historia política.
El blanco era la mitad del distintivo unitario.
Explicación:
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