Qué relaciones es posible establecer entre el desarrollo de la agricultura y la domesticación de animales? ¿De qué maneras se colaboraron mutuamente ambas actividades?
Respuestas a la pregunta
Respuesta: Hoy se tiende a dar por sentado que es el cultivo —la siembra, el cuidado, la cosecha— de plantas domesticadas y la crianza de animales igualmente domesticados. Pero en sus inicios la agricultura no se hizo con plantas domesticadas ni con animales domesticados. Al principio, consistió en el cuidado y/o siembra de plantas silvestres y en el encierro parcial de animales mansos pero no domesticados. Hasta el día de hoy la agricultura incluye plantas no domesticadas, como algunas plantas medicinales, hortalizas silvestres, árboles, etcétera. Aquí utilizamos una definición amplia de la agricultura para incluir cualquier forma de cuidado y manejo de plantas y animales por parte de los seres humanos con el fin de obtener alimento, medicinas, madera, fibras y otros elementos que se consideren necesarios.
Buena parte de los científicos insiste en que surgió producto de descubrimientos hechos al azar, casi de la suerte; y que quienes “inventaron” la agricultura no sabían bien lo que hacían. Pero al ver la riqueza y complejidad de lo creado es imposible aceptar esa mirada. Por ejemplo, el papel de las semillas en la reproducción de las plantas fue un descubrimiento hecho por las mujeres que las recolectaban, pero eso requiere observación cuidadosa, no mero azar. Por otro lado, las formas de ir seleccionando, combinando cultivos, cruzando plantas, determinando las fechas de siembra, inventando herramientas, probando sistemas de riego, creando diversas formas de uso, no pueden surgir por pura suerte, accidente o coincidencia, sino que son fruto de la experimentación reiterada, de la observación y una cuota no menor de inventiva e ingenio.
El azar y la suerte son factores presentes en todo aprendizaje, pero sólo se pueden aprovechar si hay quienes observen con atención y luego apliquen lo aprendido de manera creativa y cuidadosa. Estos cuidados probablemente no fueron muy diferentes de los que hoy hacen las cuidadoras, guardianas o curadoras de semillas, y que consisten en una relación y conversación interminable con los cultivos, con los animales, con nuestro territorio. Una conversación irrepetible y viva, pero también colectiva.
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