¿Que relación tiene la ambición con la territoriedad?
Respuestas a la pregunta
El concepto de territorialidad aparece en el vértice de conjunción de múltiples disciplinas de las Ciencias Sociales e, incluso, de las Naturales. Se ha indagado en las raíces de la territorialidad desde la Geografía, la Biología, la Psicología, la Antropología, la Ciencia Política, la Sociología, la Historia, etc. Pero, a la postre, desde la perspectiva de la relación entre territorialidad y especie humana podríamos clasificar prácticamente todos los estudios realizados en dos grandes categorías: los que consideran que la territorialidad humana es distinta de la territorialidad animal y los que consideran que son fundamentalmente el mismo fenómeno.
En este sentido, la territorialidad humana es, para algunos, una compulsión instintiva que el hombre como todo ser animado posee para defender el territorio que habita (ARDREY, 1966; MALMBERG, 1980), y, para otros, se trata más bien de una característica cultural especial de los seres humanos, que se acrecienta en las sociedades más complejas -especialmente las dotadas de Estado- (SOJA, 1971; ALLAND, 1972; SACK, 1986).
La territorialidad: ¿instinto de todo animal?
La territorialidad es uno de los principios centrales de la teoría etológica. La mayor parte de los naturalistas consideran que la territorialidad es una parte innata de la conducta animal. Todos los animales tenderían a mantener territorios fijos y espacios individuales, estableciendo límites y excluyendo o admitiendo en los territorios así fijados a quien ellos quisieran. Se trataría entonces de una conducta puramente instintiva.
El hombre, en tanto que animal, participaría de esa conducta. Así, los etólogos (ARDREY, 1966) opinan que el instinto es una explicación posible de la tendencia humana manifiesta a poseer, defender y organizar políticamente una área geográfica delimitada. Arguyen que la posesión y la identificación con un territorio constituyen prerrequisitos para la satisfacción de necesidades básicas de la gente, tales como seguridad (que permite superar la ansiedad), estímulo (que vence el tedio) y, sobre todo, identidad (que anula el anonimato).
De este modo, acciones tales como cazar entrometidos en una propiedad privada, defender la ciudad o región a la que se pertenece frente a la autoridad central o defender la nación propia contra una amenaza exterior, serían resultado de tendencias innatas, es decir, genéticamente determinadas, de la conducta humana. En definitiva, el patriotismo o el nacionalismo se interpretan como nada más que la expresión humana del instinto territorial de todo animal:
"Este lugar es mío, soy de aquí", dice el albatros, el mono, el pez luna verde, el español, el gran buho, el lobo, el veneciano, el perro de las praderas, el picón de tres espinas, el escocés, el skua, el hombre de La Crosse (Wisconsin), el alsaciano, el chorlito anillado, el argentino, el pez globo, el salmón de las Rocosas, el parisino. Soy de aquí, que se diferencia y es superior a todos los otros lugares en la Tierra, y comparto la identidad de este lugar, de modo que yo también soy diferente y superior. Y esto es algo que no me puede quitar nadie, a pesar de todos los sufrimientos que pueda padecer o a donde pueda ir o donde pueda morir. Perteneceré siempre y únicamente a este lugar" (ARDREY, 1967, p.178).
Ciertamente, algunos partidarios de esta interpretación admiten que la territorialidad humana es más compleja que la territorialidad animal, que tiene un desarrollo superior en la especie humana (MALMBERG, 1980). Pero, aún así, no nos encontraríamos ante fenómenos diferentes, y la explicación de esta comunidad de conductas entre el ser humano y los animales suele ser razonada en términos evolutivos:
"La continuidad de la evolución humana desde el mundo de los animales al mundo del hombre asegura que el grupo humano se comportará según las leyes universales del principio territorial. Lo que llamamos patriotismo -que, en otras palabras, es una fuerza calculable que se libera en una situación predecible- animará al hombre de una forma no diferente de otras especies territoriales" (ARDREY, 1966, p.213).
Pero, esta interpretación de la territorialidad humana no puede explicar las decisiones racionales ni las ambiciones propias de los humanos, que pueden dar como resultado el abandono del territorio natal -caso de las emigraciones, que no pueden ser explicadas mediante un argumento etológico como las de ciertos ratones nórdicos que ante la escasez de alimentos parece que optan por suicidios masivos en el mar-, o, en el extremo contrario, la adquisición por una comunidad de más territorio del que necesita para su sostenimiento -no existe equivalente animal del imperialismo humano-. En definitiva, los que consideran que la territorialidad humana es una variedad de la territorialidad animal no tienen en cuenta que los territorios y la territorialidad humana son construcciones sociales y no han tenido siempre la disposición y características actuales.
Respuesta:
El concepto de territorialidad aparece en el vértice de conjunción de múltiples disciplinas de las Ciencias Sociales e, incluso, de las Naturales. Se ha indagado en las raíces de la territorialidad desde la Geografía, la Biología, la Psicología, la Antropología, la Ciencia Política, la Sociología, la Historia, etc. Pero, a la postre, desde la perspectiva de la relación entre territorialidad y especie humana podríamos clasificar prácticamente todos los estudios realizados en dos grandes categorías: los que consideran que la territorialidad humana es distinta de la territorialidad animal y los que consideran que son fundamentalmente el mismo fenómeno.
En este sentido, la territorialidad humana es, para algunos, una compulsión instintiva que el hombre como todo ser animado posee para defender el territorio que habita (ARDREY, 1966; MALMBERG, 1980), y, para otros, se trata más bien de una característica cultural especial de los seres humanos, que se acrecienta en las sociedades más complejas -especialmente las dotadas de Estado- (SOJA, 1971; ALLAND, 1972; SACK, 1986).
La territorialidad: ¿instinto de todo animal?
La territorialidad es uno de los principios centrales de la teoría etológica. La mayor parte de los naturalistas consideran que la territorialidad es una parte innata de la conducta animal. Todos los animales tenderían a mantener territorios fijos y espacios individuales, estableciendo límites y excluyendo o admitiendo en los territorios así fijados a quien ellos quisieran. Se trataría entonces de una conducta puramente instintiva.
El hombre, en tanto que animal, participaría de esa conducta. Así, los etólogos (ARDREY, 1966) opinan que el instinto es una explicación posible de la tendencia humana manifiesta a poseer, defender y organizar políticamente una área geográfica delimitada. Arguyen que la posesión y la identificación con un territorio constituyen prerrequisitos para la satisfacción de necesidades básicas de la gente, tales como seguridad (que permite superar la ansiedad), estímulo (que vence el tedio) y, sobre todo, identidad (que anula el anonimato).
De este modo, acciones tales como cazar entrometidos en una propiedad privada, defender la ciudad o región a la que se pertenece frente a la autoridad central o defender la nación propia contra una amenaza exterior, serían resultado de tendencias innatas, es decir, genéticamente determinadas, de la conducta humana. En definitiva, el patriotismo o el nacionalismo se interpretan como nada más que la expresión humana del instinto territorial de todo animal:
"Este lugar es mío, soy de aquí", dice el albatros, el mono, el pez luna verde, el español, el gran buho, el lobo, el veneciano, el perro de las praderas, el picón de tres espinas, el escocés, el skua, el hombre de La Crosse (Wisconsin), el alsaciano, el chorlito anillado, el argentino, el pez globo, el salmón de las Rocosas, el parisino. Soy de aquí, que se diferencia y es superior a todos los otros lugares en la Tierra, y comparto la identidad de este lugar, de modo que yo también soy diferente y superior. Y esto es algo que no me puede quitar nadie, a pesar de todos los sufrimientos que pueda padecer o a donde pueda ir o donde pueda morir. Perteneceré siempre y únicamente a este lugar" (ARDREY, 1967, p.178).
Ciertamente, algunos partidarios de esta interpretación admiten que la territorialidad humana es más compleja que la territorialidad animal, que tiene un desarrollo superior en la especie humana (MALMBERG, 1980). Pero, aún así, no nos encontraríamos ante fenómenos diferentes, y la explicación de esta comunidad de conductas entre el ser humano y los animales suele ser razonada en términos evolutivos:
"La continuidad de la evolución humana desde el mundo de los animales al mundo del hombre asegura que el grupo humano se comportará según las leyes universales del principio territorial. Lo que llamamos patriotismo -que, en otras palabras, es una fuerza calculable que se libera en una situación predecible- animará al hombre de una forma no diferente de otras especies territoriales" (ARDREY, 1966, p.213).
Pero, esta interpretación de la territorialidad humana no puede explicar las decisiones racionales ni las ambiciones propias de los humanos, que pueden dar como resultado el abandono del territorio natal -caso de las emigraciones, que no pueden ser explicadas mediante un argumento etológico como las de ciertos ratones nórdicos que ante la escasez de alimentos parece que optan por suicidios masivos en el mar-, o, en el extremo contrario, la adquisición por una comunidad de más territorio del que necesita para su sostenimiento -no existe equivalente animal del imperialismo humano-. En definitiva, los que consideran que la territorialidad humana es una variedad de la territorialidad animal no tienen en cuenta que los territorios y la territorialidad humana son construcciones sociales y no han tenido siempre la disposición y características actuales.