¿Qué reflexión nos da las rebeliones de los indígenas?
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Comúnmente se piensa que la resistencia indígena al español se limitó al proceso de conquista que culminó en la segunda mitad del siglo XVI. Inolvidables son las descripciones de cronistas e historiadores que narran episodios tan memorables como la caída de la ciudad de Tenochtitlán -capital del imperio azteca- o el desbande de Cajamarca, donde Francisco Pizarro logró apresar al Sapa Inca Atahualpa.
Sin embargo, la resistencia al europeo fue una constante del largo período colonial. A medida que las huestes hispanas avanzaban e intentaban dominar los extensos territorios americanos, se enfrentaron a muchos pueblos que les opusieron una tenaz lucha. El rechazo se manifestó de diversas maneras, abarcando desde la simple resistencia pasiva incorporada al quehacer diario, hasta la rebelión armada y generalizada. En muchas zonas conquistadas por el español, los nativos continuaron con sus viejos ritos y creencias, desafiando a la autoridad que intentaba imponer su religión. Estallidos locales y motines de variada intensidad conmovían de tanto en tanto a todas las provincias de la América colonial. Por último, en importantes regiones alejadas de los grandes núcleos urbanos, la guerra permanente caracterizó las relaciones hispano-indígenas. 3La sublevación, a medida que pasaba el tiempo y se agudizaba la represión, fue ampliando, aclarando y radicalizando sus objetivos. Por otra parte, no todos los sublevados tenían la misma conciencia de sus fines últimos; muchos los confundían con sus intereses inmediatos o se contentaban con ellos. Estos dos factores dificultan la sistematización del presente estudio. Sin embargo, en cualquier caso, el punto de partida es el mismo: acabar con la situación económico-social de explotación que sufría el indígena-campesino durante la colonia.
4La consigna de Túpac Amaru: «Cortar el mal gobierno, de tanto ladrón que nos roba la miel de nuestros panales»1, se propagó por toda el área sublevada y resumía metafóricamente el sentido de la revolución.
5El campesino indígena estaba sometido a dos formas de explotación: era mano de obra obligada para la minería (mita) y la manufactura (obrajes); estaba obligado a entregar la mayor parte de su excedente al Estado y a la Iglesia, a través del tributo indígena y los diezmos. Tanto la mita como el tributo fueron institucionalizados por el Virrey Toledo en la segunda mitad del siglo xvi, o sea que en el siglo xviii, a pesar de los abusos y de las consiguientes protestas, eran instituciones consolidadas y, por tanto, el campesino estaba, en cierta medida, adaptado a ellas. Existía un equilibrio económico entre los intereses estatales y la economía campesina de autosubsistencia.
Sin embargo, la resistencia al europeo fue una constante del largo período colonial. A medida que las huestes hispanas avanzaban e intentaban dominar los extensos territorios americanos, se enfrentaron a muchos pueblos que les opusieron una tenaz lucha. El rechazo se manifestó de diversas maneras, abarcando desde la simple resistencia pasiva incorporada al quehacer diario, hasta la rebelión armada y generalizada. En muchas zonas conquistadas por el español, los nativos continuaron con sus viejos ritos y creencias, desafiando a la autoridad que intentaba imponer su religión. Estallidos locales y motines de variada intensidad conmovían de tanto en tanto a todas las provincias de la América colonial. Por último, en importantes regiones alejadas de los grandes núcleos urbanos, la guerra permanente caracterizó las relaciones hispano-indígenas. 3La sublevación, a medida que pasaba el tiempo y se agudizaba la represión, fue ampliando, aclarando y radicalizando sus objetivos. Por otra parte, no todos los sublevados tenían la misma conciencia de sus fines últimos; muchos los confundían con sus intereses inmediatos o se contentaban con ellos. Estos dos factores dificultan la sistematización del presente estudio. Sin embargo, en cualquier caso, el punto de partida es el mismo: acabar con la situación económico-social de explotación que sufría el indígena-campesino durante la colonia.
4La consigna de Túpac Amaru: «Cortar el mal gobierno, de tanto ladrón que nos roba la miel de nuestros panales»1, se propagó por toda el área sublevada y resumía metafóricamente el sentido de la revolución.
5El campesino indígena estaba sometido a dos formas de explotación: era mano de obra obligada para la minería (mita) y la manufactura (obrajes); estaba obligado a entregar la mayor parte de su excedente al Estado y a la Iglesia, a través del tributo indígena y los diezmos. Tanto la mita como el tributo fueron institucionalizados por el Virrey Toledo en la segunda mitad del siglo xvi, o sea que en el siglo xviii, a pesar de los abusos y de las consiguientes protestas, eran instituciones consolidadas y, por tanto, el campesino estaba, en cierta medida, adaptado a ellas. Existía un equilibrio económico entre los intereses estatales y la economía campesina de autosubsistencia.
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