que quiere dar a enteder la obra de alejadro obregon el Toro Condor
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Respuestas a la pregunta
Respuesta:Con la muestra ‘Geografías pictóricas’, el museo recoge el trabajo del pintor Alejandro Obregón relacionado con la naturaleza y analiza el papel que cumple ésta dentro de su producción. La naturaleza es, también, deformada por la violencia.Con la muestra ‘Geografías pictóricas’, el museo recoge el trabajo del pintor Alejandro Obregón relacionado con la naturaleza y analiza el papel que cumple ésta dentro de su producción. La naturaleza es, también, deformada por la violencia.“Recuerdo que un día mi padre hiere al caimán y el caimán se bota al agua herido —contaba Alejandro Obregón en 1989—, y este hombre inmenso, que era mi niñero, se lanza a esa agua sucia del Magdalena, se hunde tras él y lo mata a machete… Era una vida violenta, tremenda”.
Allí, en ese recuerdo, están quizá los dos ejes principales de la pintura de Obregón (1920 – 1992): la naturaleza y la violencia. Separados, sirven para un análisis crítico; sin embargo, no se muestran así en su pintura. Ambas categorías, expuestas en Geografías pictóricas, una muestra de su trabajo sobre la naturaleza que está en el Museo Nacional de Brasilia, están unidas en un solo lugar: la naturaleza que representa Obregón está, en muchos sentidos, reformada por la violencia. Es la influencia de los hombres sobre esa naturaleza la que preside sus cuadros.
“Su intención —escribe Isabel Cristina Ramírez, curadora de la exposición— consiste en interiorizar y traducir los fenómenos que encarnan los espacios geográficos, y no en representar su apariencia visual”. De modo que Obregón, como los impresionistas, no se preocupa por la reproducción visual y fidedigna de la naturaleza: le interesa más explorar su visión de la naturaleza. Es decir, la experiencia que él tiene de ella. “Uno no imita la naturaleza. Uno compite con ella”, solía decir.
Que predomine su perspectiva sobre la naturaleza tiene razón en su propia biografía: salvo algunos breves períodos de estancia en el exterior, Obregón habitó y recorrió Colombia. Barracudas y mojarras, cóndores y caimanes: todos los animales y las selvas hacen parte de su recorrido pictórico. Y lo que se ve en aquellas pinturas —como Elementos para un amanecer y ganado ahogándose en el Magdalena— es una percepción: no es el toro en su figura común, la que todos compartimos, sino el toro reconvertido por el sufrimiento y por lo que el artista siente sobre él. Ser artista es, siguiendo a Obregón, proponer una verdad propia. Una verdad que, en ocasiones, parte del dolor.
Sobre esos pensamientos se afincaba la pintura de Obregón, que logró una primera vista favorable de la crítica en 1945, cuando participó en el Salón Nacional de Artistas. Sus golpes de pincel, el modo violento de representar, como si fueran fugaces imágenes, revolcones de la naturaleza, lo hicieron bien conocido. ¿Por qué esos modos de pintar? ¿A qué apuntaba Obregón? “Él convierte en paisaje —decía en 1986 la crítica de arte Martha Traba— lo que para nosotros no hubiera podido ser definido más allá del color, el vacío o el lugar del acto pictórico”.
Ese paisaje alongado y fugaz es la materia prima de sus formas pictóricas. Más allá de su relación con la naturaleza, que fue siempre constante —tenía múltiples recuerdos de su niñez en el país—, Obregón se permitía en estos cuadros crear una naturaleza propia, y ese es su valor: su percepción sobre la naturaleza. Eso le da poder como artista.
Hamilton Pereira, secretario distrital de Cultura de Brasilia, compara la obra de Obregón con la de Cándido Portinari, pintor brasileño, y no falta a la razón: en ellas dos se encuentra cierta oscuridad, cierto poder de la violencia sobre los cuerpos humanos y naturales. La pintura de Obregón lucha contra ese poder: al retratarlo, permite que florezca una nueva naturaleza. Su pintura afirmaría, quizá, que el arte es la segunda vida de las naturalezas muertas.
A pesar de su abstracción, la opinión de Obregón sobre su pintura dista mucho de esa forma de representación: “La pintura mía —dijo en 1989— es muy realista, trabajo con la horizontal cuando entra en mi obra el paisaje. El horizonte es el punto que fija el realismo, es la línea divisoria”. Ese juego horizontal es recogido por la muestra en obras como Bodegón frente al mar, Paisaje para un cóndor, Resaca, Tres volcanes, Volcán submarino y Amanecer en los Andes.
Años atrás, en su juventud, Obregón daba de comer a un cóndor en la ciudad universitaria. Por entonces, cuando se bajaba del carro, llevaba en una bolsa higaditos de pollo, y desde lejos, con su poderosa vista, el cóndor adivinaba a qué venía. En ese cuerpo, Obregón también adivinaba, en la lejanía, ciertas formas del país que se van extinguiendo. Quizá por ello, al acercarse el cóndor, le quitó sin intención una de sus plumas. Quería heredar esa naturaleza y revivirla en su pintura.
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