Qué propuso Dionisio en el siglo VII?
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Pero fueran los que fueran los sentimientos y ansiedades que Gregorio pudiera haber tenido al aceptar el peso del papado, en un tiempo en que los escándalos y abusos aparecían pro todas partes, el pontífice, no sintió miedo ni vacilación alguna cumpliendo con su deber en la realización de la reforma ya empezada por sus predecesores. Una vez asegurado en el trono apostólico, Gregorio hizo todos los esfuerzos para desterrar de la iglesia los dos males que la consumían en esa época, la simonía y la incontinencia clerical, y, con la energía y vigor que le caracterizaba, trabajó incesantemente para asegurar los principios que él creía que estaban ligados inseparablemente del bienestar de la iglesia de Cristo y de la regeneración de la misma sociedad. Su primera preocupación, naturalmente, fue asegurarse su posición en Roma. Para ello viajó al sur de Italia, unos meses tras su elección, y cerró tratados con Landolfo de Benevento, Ricardo de Capun y Gisolfo de Salerno, por los que esos príncipes se comprometían a defender a la persona del papa y la propiedad de la Santa Sede y nunca investir a nadie con un beneficio eclesiástico sin la sanción papal. El líder normando Robert Guiscard, sin embargo, mantuvo una actitud de desconfianza hacia el papa y en el Sínodo de Cuaresma (1075) Gregorio lo excomulgó solemnemente por su sacrílega invasión del territorio de la Santa Sede (Capun y Benevento).
Durante el año 1704 la mente del papa estuvo muy ocupada por el proyecto de una expedición a oriente para librar a los cristianos orientales de la opresión de los turcos seliúcidas. Para promover la causa de la cruzada y realizar, si era posible, una reunión entre las iglesias orientales y occidentales – el emperador Miguel VIII en su carta a Gregorio VII de 1703, había dado esperanzas en este sentido – el pontífice envió al patriarca de Venecia a Constantinopla como su legado. Escribió a los príncipes cristianos para que reunieran las fuerzas de la cristiandad occidental para la defensa del este cristiano y en marzo de 1704 envió una carta circular a todos los fieles exhortándoles a ir en ayuda de sus hermanos orientales. Pero el proyecto halló mucha indiferencia y hasta oposición y como el mismo Gregorio se vio enseguida envuelto en complicaciones por todas partes que reclamaban todas sus energías, no pudo realizar sus intenciones y la expedición quedó en nada.
Las relaciones de Gregorio con el joven monarca alemán al principio de su pontificado eran pacíficas. Enrique, que entonces estaba amenazado por los sajones, había escrito al papa en septiembre de 1073 en un tono de humilde deferencia, reconociendo su pasada mala conducta y expresando pesar por sus numerosas fechorías – invasión de propiedades de la iglesia, promoción simoníaca de personas indignas, negligencia en castigar a los malhechores – prometió corregirse en el futuro, profesó sumisión a la Santa Sede en un lenguaje más amable que el que habían empleado sus predecesores con el Pontífice de Roma, y expresó la esperanza de que los poderes real y sacerdotal, unidos por la necesidad de mutua ayuda, permanecieran indisolublemente unidos en adelante. Pero el apasionado y voluntarioso rey no mantuvo mucho tiempo estos sentimientos.
Gregorio comenzó con admirable discernimiento su gran tarea de purificar la Iglesia con una reforma del clero. En su primer sínodo cuaresmal (marzo, 1704), emitió los siguientes decretos:
• Que los clérigos que habían obtenido con dinero cualquier grado, oficio u órdenes sagradas cesen inmediatamente como ministros de la iglesia.
• Que nadie que hubiera comprado una iglesia la retuviera y que a nadie se le permitiera en el futuro comprar o vender derechos eclesiásticos.
• Que todos los culpables de incontinencia dejasen de ejercer su sagrado ministerio.
• Que la gente rechazara el ministerio de los clérigos que no obedeciesen estos mandatos.