¿Qué pregunta sobre la sosiedad de la época se podrían responder a partir de estas tinturas?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Muchas de las personas que alcanzaron la madurez - siquiera fuera por el hecho del logro de un título universitario para ejercer una profesión- en la década de los sesenta del presente siglo XX se plantearon, entonces y después, el tema de las relaciones entre la ciencia y las ideologías con los más variados enfoques y perspectivas. Como he planteado ya en otro lugar(2) no es que la reflexión sobre la ciencia y sus entornos no se hubieran planteado anteriormente, sino que en la década de los sesenta se generó, se extendió y se consolidó la sensación de que no era oro todo lo que relucía en las manos y cerebros de los componentes de la comunidad científica. El gesto - como muchos otros que quedaron más o menos impresos en las memorias de los sujetos activos y pasivos en los aconteceres de aquellos años- que las mentalidades más críticas de ese periodo se atrevieron a realizar no fue, en principio, más que eso, un gesto, pero repercutió significativamente a la hora de plantear las viejas y nuevas preguntas sobre la ciencia. Los modelos habituales hasta entonces desarrollados se pusieron en cuestión, cuando menos porque se empañó la aureola de credibilidad de la ciencia por encima de toda sospecha. A partir de entonces, los trabajos se han multiplicado y se ha ido evidenciando el papel que las ideologías dominantes o emergentes han ido jugando a lo largo de la historia en la articulación y definición del pensamiento científico. De la misma forma, los estudios contemporáneos sobre la ciencia han revelado su papel -el de la ciencia- como soporte fundamentador de las ideologías cuando no como ideología propiamente dicha. Tampoco es que la definición sea tan novedosa. Georges Politzer en su entrañable y comprometido libro sobre Los Principios fundamentales de Filosofía, ya señalaba a propósito de los factores y las formas ideológicas:
“Se llama factor ideológico [a] la ideología considerada como como una causa o una fuerza que actúa, que es capaz de acción … Las religiones, por ejemplo, son un factor ideológico que [se debe] tener en cuenta. Tiene una fuerza moral que actúa de manera importante. … Con forma ideológica se designa … un conjunto de ideas particulares que forman una ideología en un dominio especializado. La religión, la moral, son formas de idología, lo mismo que la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte, la poesía”(3).
Pero, lo de los sesenta ya es materia de la historia, hasta tal punto que puede afirmarse que la parte del mundo que se transforma con mayor dinamismo ha cambiado entre esa década y la final del siglo más de lo que lo hizo entre el final de la segunda guerra mundial y el famoso 68. Tramo sobre el que ya se tiene información cuantitativa y cualitativa clarificadora! Aunque la cronología sea un elemento convencional, parece que en estamos cambiando de siglo y milenio con una cierta sensación de ansiedad. Porque ¡vaya siglo! y ¡vaya milenio! que dejamos atrás. Como singularidad específica de la última centuria no se puede decir, simplemente, que la quinta parte de la población vive bien y que, gracias a los artefactos y artilugios tecno-científicos creados por las llamadas sociedades modernas desarrolladas, vive mucho mejor de lo que lo hacía hace cien, quinientos o mil años. Y no se puede decir, ya que no es un carácter singular, porque en unas ocasiones la diferencia del bienestar entre las clases se situaba en el renglón de la supervivencia y, en otras, en las posibilidades del disfrute del ocio. Los ricos siempre han tenido más ocio –lo que en algunos momentos de la historia sirvió para identificarlos- y más posibilidades de disfrutarlo.
Algunos escuetos datos servirán para confeccionar el marco del debate. En el informe sobre el desarrollo humano del año 1992 presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo(4) se aprecian claramente los números(5) que acreditan el deformando mundo de los años finales del siglo XX. Así en 1989 –en la década siguiente la tendencia no ha hecho sino hacerse más patente aún-
“la quinta parte más rica (mil millones aproximadamente), contaba con el 82,7 por ciento del ingreso; 81,2 % del comercio mundial; 94,6 % de los préstamos comerciales, 80,6 % del ahorro interno y 80,5 % de la inversión. En abrupto contraste, la quinta parte más pobre de la población mundial (otros mil millones aproximadamente) contaba con el 1,4 % del ingreso; 1 % del comercio mundial; 0,2 % de los préstamos comerciales; 1,0 % de ahorro interno 1,5 % de la inversión”.
“los países ricos (25 % de población mundial) … consumen el 70 % de la energía mundial, el 75 % de los metales, el 85 % de la madera y el 60 % de los alimentos”.
No creo que pueda rechazarse el axioma de que la desigualdad entre gentes o países es la gran herencia que el siglo XX va a legar.
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