¿qué prácticas de consumo debemos seguir para no afectar la salud y economía familiar?.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Es importante evitar conductas riesgosas para la salud, como el consumo de tabaco y el abuso de alcohol, el sedentarismo y la alimentación no saludable, y reemplazarlas con hábitos saludables. Esto incluye ejercitarse regularmente y adoptar una alimentación enriquecida con frutas y verduras y baja en carbohidratos.
Respuesta:
10 prácticas de consumo.
Explicación:
1. Contratar energía renovable
El consumo de energías fósiles, sobre todo petróleo, carbón y gas, conlleva un elevado impacto ambiental: destrucción de espacios naturales, contaminación, aumento del cambio climático, etc. Una forma de reducir su dependencia es mediante la contratación de propuestas que producen y comercializan energía renovable. Según sus responsables, los ciudadanos pueden contratar tarifas incluso más baratas que las de compañías convencionales y el origen de la electricidad "verde" se garantiza de forma transparente y oficial.
2. Utilizar aparatos y sistemas de alta eficiencia energéticos
Gracias al uso eficiente de la energía se consume menor cantidad de recursos y de dinero, se mantiene o incluso mejora la calidad de vida, se contamina menos y se prolonga la vida de los recursos. Cuantos más aparatos y sistemas de alta eficiencia energética utilicen los consumidores, más se lo agradecerán el medio ambiente y su bolsillo. El etiquetado de letras y colores, cada vez más común en electrodomésticos, neumáticos o viviendas, es un buen criterio de compra para conocer la eficiencia energética de un producto.
3. Evitar el derroche de alimentos
Unos 179 kilos de alimentos en buen estado se desperdician por persona al año y hasta el 50% de los productos aptos para el consumo que se desechan se convierten en residuos a lo largo de la cadena alimentaria, según fuentes europeas. Evitar, o al menos reducir, en lo posible el derroche de alimentos disminuye el impacto ambiental y, de paso, ahorra dinero. Los ciudadanos pueden conseguirlo con diversos consejos: organizar bien las compras, guardar en la nevera y el congelador los diferentes alimentos o no desechar alimentos por su aspecto aun cuando estén en buen estado.
4. Hacer una compra crítica
Los consumidores tienen una gran variedad de productos y servicios a su alcance. Comparar, informarse sobre cuáles tienen menor impacto ambiental, incluso criticar y denunciar de forma pública a las empresas con un mal comportamiento ambiental, concienciarse uno mismo y a los demás por las ventajas de productos respetuosos con el medio ambiente nos convierte en ciudadanos críticos, responsables y libres de culpa.
5. Ir en transporte público, bicicleta o a pie
El coche privado es el principal causante de la contaminación del aire urbano, además de hacer de las ciudades lugares más inhóspitos. Siempre que se pueda es mejor utilizar el transporte público, la bicicleta (tanto para hacer deporte como para ir a trabajar) o ir a pie. De esta manera, además de mejorar el medio ambiente, nuestra salud y la economía doméstica lo agradecerán.
6. Reciclar, pero sobre todo reducir y reutilizar
Los consumidores que reciclan evitan llenar los vertederos y la extracción de nuevas materias primas, reducen el gasto de energía y contribuyen a luchar contra el cambio climático. Separar los residuos y depositarlos en su contenedor es, por tanto, una acción ambiental importante, pero lo es aún más reducir el consumo innecesario y reutilizar los productos y recursos para darles la máxima vida útil posible.
7. Decantarse por lo local y ecológico
Los productos elaborados cerca de los consumidores son más frescos, conservan más sus propiedades, evitan el impacto ambiental del transporte y fortalecen la economía local. Y si además están producidos de acuerdo con las normas de certificación ecológica, se hace un esfuerzo añadido por intentar preservar el entorno.
8. Tener en cuenta la huella virtual del agua
El agua virtual recuerda la cantidad necesaria de este recurso para producir bienes o servicios. Los ciudadanos, por tanto, no solo emplean este líquido cuando beben, se duchan o riegan su jardín, sino también cuando comen o se visten. Por ejemplo, una camiseta de algodón tiene una huella de 4.100 litros de agua virtual, una hamburguesa 2.400 litros y una taza de café 140 litros. Intentar reducir el consumo de los productos con mayor huella virtual contribuirá a mantener este preciado elemento.
9. Aprovechar las ventajas del consumo colaborativo
Frente a la compra para poseer o el usar y tirar, el consumo colaborativo defiende compartir, redistribuir o reutilizar los productos. De esta manera, el impacto ambiental se reduce y, de paso, se ahorra dinero. Las iniciativas de esta economía colaborativa son cada vez más diversas y promueven desde compartir o intercambiar coche, vivienda, hasta comida o lugar de trabajo.
10. Reclamar y hacer gala pública de un consumo responsable
Los consumidores pueden y deben tener una participación activa en las actividades que influyen en su vida cotidiana. Al reclamar más medidas para conservar y recuperar el medio ambiente, las instituciones deben poner en marcha iniciativas en dicho sentido. Por su parte, las empresas están atentas a las tendencias del mercado, y si sus clientes demandan productos cada vez más sostenibles, tendrán que adaptarse si no quieren perder negocio e incluso desaparecer