Historia, pregunta formulada por olgabeatrizveragaray, hace 5 meses

que pensaba los iluminista sabré la democracia​


XxGeniusGirlixX: hi
XxGeniusGirlixX: sorry I cant understand that
XxGeniusGirlixX: can u type the same question in english

Respuestas a la pregunta

Contestado por globysmar11
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Respuesta:

La Ilustración vinculaba el progreso de la Humanidad con la difusión de las luces. La educación era el instrumento fundamental. Esa idea pasó al liberalismo y se mantuvo en los planteamientos progresistas, como el institucionismo español, y socialistas de los siglos XIX y XX. La Francia revolucionaria no solo creó un moderno sistema de educación pública, sino que la Convención estableció por primera vez la obligatoriedad de la enseñanza primaria.

La libertad y la educación eran requisitos indispensables para la democracia representativa, por eso la Constitución española de 1812, que instituía el sufragio universal masculino en primera instancia, dispuso, en su artículo 25, que «desde el año de mil ochocientos treinta deberán saber leer y escribir los que de nuevo entren en el ejercicio de los derechos de ciudadano». Si el requisito hubiera entrado en vigor ese mismo año pocos hubieran podido votar, pero le dedicaba también un título específico, el noveno, a «la instrucción pública», algo excepcional. Por desgracia, ni el nuevo sistema educativo pudo dar los beneficiosos efectos que de él se esperaban, ni la Constitución se mantuvo vigente hasta 1830. La falta de formación del pueblo llevó a muchos ilustrados a rechazar la democracia y sirvió a los liberales decimonónicos para justificar el sufragio censitario, de carácter exclusivamente clasista.

En el siglo XXI, el analfabetismo es prácticamente inexistente en los países ricos, se ha reducido notablemente en América Latina y sus tasas nunca habían sido tan bajas en todo el mundo. Sin embargo, la enseñanza obligatoria, incluso el elevado número de universitarios, no ha logrado crear una población razonablemente culta. La capacidad de leer y escribir es una herramienta con la que, sensatamente, los estados modernos han dotado a sus ciudadanos, pero eso no supone que la usen. Hasta cierto punto, es comprensible. Se puede vivir con comodidad y tener una feliz vida personal sin leer literatura, historia, filosofía, ensayos científicos o teoría política. Lo malo es que eso no convierte a la gente en votante consciente, ni en administrador competente.

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