Que paso en la noche cuando Martin Fierro conoce a Cruz?
Respuestas a la pregunta
Fierro es perseguido por la justicia; se lo busca por asesino y desertor; una noche en el monte, el forajido es acorralado por una patrulla policial; el renegado lucha con bravura pero lo ponen en jaque mortal; cuando está a punto de ser vencido, se escucha la voz de uno de los uniformados: “Y dijo: ‘Cruz no consiente/ que se cometa el delito/ de matar ansí un valiente’./ Y áhi nomás se me aparió/ dentrándole a la partida./ Yo les hice otra embestida/ pues entre dos era robo;/ y el Cruz era como lobo/ que defiende su guarida”. Conmovido por el derroche de valentía del gaucho Martín, Cruz se cruza “de vereda” para luchar a la par del que ha ido a “cazar” y contra los que han sido sus compañeros minutos antes.
Derrotada la policía y más tranquilos, los matreros se confiesan sus congojas. Cruz cuenta su vida que se asemeja a la de Fierro: el lector percibe que ambos son “hermanos” en la desdicha; están golpeados por las mismas injusticias que se comenten contra los guachos. Como una moneda, están forjados con el mismo material, uno es cara y el otro es Cruz.
Como sus cabezas tienen precio en la “civilización”, deciden profundizar su marginalidad y huir a un territorio doblemente “salvaje”: el desierto y las tolderías. Así se cierra la “Ida”: “Y cuando la habían pasao,/ una madrugada clara/ le dijo Cruz que mirara/ las últimas poblaciones; / y a Fierro dos lagrimones/ le rodaron por la cara. //Y siguiendo el fiel del rumbo/ se entraron en el desierto-/ no sé si los habrán muerto/ en alguna correría, / pero espero que algún día/ sabré de ellos algo cierto”.
En Argentina, el “Día del Lector” se celebra en homenaje al nacimiento del escritor de “Ficciones” y “El Aleph”: Borges nació un 24 de agosto de 1899. Unas de sus frases más famosas reza: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. En su adultez, su discapacidad visual -¡ironías de la vida: un escritor ciego!- no es un obstáculo insoslayable para convivir con los libros: “yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros, yo sigo llenando mi casa de libros... Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres”.
Desde su infancia, se convierte en un gran “devorador” de textos; lee de todo un poco pero hay una obra literaria vedada por su madre: “Martín Fierro”. Con el paso del tiempo y contrariando el mandato materno, Borges dictará conferencias sobre la obra de Hernández y escribirá cuentos sobre las desventuras de Fierro como son: “El fin” y “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829- 1874)”.
Con respecto a este último cuento, Borges ensaya una biografía de Cruz donde le inventa un nombre completo (Tadeo Isidoro) y explica el origen de su apellido (huérfano de padre hereda el apellido de su madre). Al lector se le plantean algunos interrogantes: ¿Por qué se vuelve a narrar lo que ya narró Hernández? ¿Estamos al borde del plagio? ¿Toda lectura implica una reescritura? ¿Estamos frente a una biografía o frente a un cuento? ¿Es esto un cuento con forma de biografía o una biografía con toques literarios? En este espacio, se desdibujan los límites entre las tipologías textuales: se mezclan, se superponen, se confunden. Se vuelve posible narrar una biografía o biografiar un cuento. Se retoca el “santoral gauchesco” y se empieza por “transcribir” en prosa los versos de las coplas.
¿Para qué volver a contar lo que Hernández ya “cantó”? Supongo que Borges pone el foco en una “amistad a primera vista”; lo anticipa en la cita en inglés de Yeats con la que abre el cuento “estoy buscando el rostro que tenía antes de que el mundo fuera hecho” (“I’m looking for the face I had/ Before the world was made”); Cruz y Fierro recuperan el tema del “doble” (Gemelo/ Sombra/ Doppelgänger -desdoblamiento- o el Álter Ego). El texto borgeano cierra: “Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados junto al desertor Martín Fierro”.
Fierro y Cruz según Martín Kohan
El 4/2/11, Kohan publica “El amor” en “Página 12”; mete mano en el “altar de la gauchesca”; dialoga con Hernández y Borges; escribe su versión de lo que pasa cuando Fierro y Cruz se mudan a las tolderías.
“Fierro con toda ternura, encima de Cruz todavía, deja que la respiración se sosiegue junto al pelo y la oreja y la boca del otro. Le juega con un dedo en los rulos endurecidos de la nuca. Le dice cosas... Se echan mansos el uno junto al otro. Se pasan de mano en mano el cigarro que Cruz ha encendido. Ven los humos que cada uno sopla mezclarse en el aire y hacerse uno. Sonríen satisfechos: son felices y lo saben. Han descubierto el amor”.