Inglés, pregunta formulada por peraltalautaro2404, hace 10 meses

que paso con los tres poderes y los partidos políticos durante la dictadura​

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Contestado por 61837750
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Andando por cualquier calle de Madrid oigo el himno característico de uno de los dos principales partidos políticos del país, varios forofos sonrientes captan adeptos. Se me quitan las ganas de votar ¿Por qué será? ¿Cuál es la causa para que la gente corriente se sienta cada vez más lejana de la política?

Sin duda, una de las principales causas de la desafección del ciudadano medio hacia la política es esa extraña sensación de que todo es una farsa en la que cada uno desempeña un papel. Pero sobre todo, es la percepción de que ese papel está alejado de la realidad de las cosas. Nos hemos habituado al ejercicio de fingimiento que supone la política: políticos que ocultan lo que piensan por miedo a perder votos y que dicen lo que creen que la gente quiere oír.

En concreto, la actual configuración de los partidos políticos ha hecho que la división de poderes sea una simple apariencia que encubre una realidad más mezquina. La realidad, ya bastante perceptible, es que los partidos políticos se han convertido en engrasadas maquinarias cuyo único objetivo real es permanecer en el poder el máximo tiempo posible.

Pero empecemos por el principio ¿Qué deberían ser los partidos políticos en un mundo ideal y por qué es deseable la división de poderes? [quote]Los partidos deberían ser asociaciones de personas que unen sus esfuerzos para tratar de llevar a la práctica su idea de cómo se puede mejorar la sociedad en la que viven.[/quote]

Lo primero, por tanto, sería tener ideas sobre cómo mejorar la sociedad. La primera misión de un partido político sería decidir hacia donde quiere que avance la sociedad a largo plazo y cuales son los pasos intermedios que hay que dar para llegar a ese destino social. Ganar unas elecciones es una simple herramienta para conseguir aplicar esa idea, plasmada en un programa de gobierno. Sin embargo, la realidad es que los partidos han convertido la herramienta en su finalidad última: maximizar su número de votos. Los votos son imprescindibles para la subsistencia del partido: dinero a través de subvenciones y préstamos bancarios, cargos que distribuir entre sus adeptos. La idea es prescindible. A partir de ahí surge el fingimiento. El poder no es un instrumento para realizar el cambio de la sociedad hacia la idea, sino que se termina convirtiendo en un fin en sí mismo. El partido así refundado tiene como única obsesión extender su ámbito de influencia hacia todos los ámbitos de poder.

¿Por qué es deseable la división de poderes? La división de poderes se instaura por la desconfianza hacia un poder absoluto que ejerce todas las manifestaciones conocidas de la soberanía. Desconfianza que sintetiza la famosa máxima: “el poder corrompe. El poder absoluto corrompe absolutamente”. Los modernos Estados se fundan en la idea de distribuir los poderes del Estado entre diversas instancias que actúan como contrapeso y como límite del poder de las otras. En particular, existe la obsesión por controlar el poder del Ejecutivo como encarnación histórica del antiguo poder absoluto. El Gobierno queda así sometido a las leyes que aprueba el Parlamento y los jueces garantizan ese sometimiento. Desde siempre los partidos políticos han tratado de sortear estos límites. Veamos dos ejemplos en relación con los dos poderes más significativos: el poder legislativo y el judicial.

¿Podríamos empezar por preguntarnos a quién sirven nuestros parlamentarios? La sede de la soberanía popular, es decir, el Parlamento, hoy está férreamente gobernado por los partidos políticos. Los parlamentarios sienten que deben su cargo no a los electores, sino a las siglas, a la marca electoral que les presentó en un determinado puesto de una lista. No nos engañemos, el elector vota a una marca (llámese PP, PSOE o IU) y, en su caso, al primer actor de esa lista y candidato a presidente. Al 90% de los candidatos que se presentan no los conoce y quizá no los votaría si los conociera.

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