qué paso antes de elecciones presidenciales 1988
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
autoritarismo
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Explicación:
Los comicios de 1988 han sido considerados por casi todos los actores y observadores políticos de México como el episodio clave del momento político que atraviesa el país en el fin de siglo. La elección federal de 1988, en más de un sentido, constituye una elección crítica que puede analizarse desde muchas perspectivas. En este artículo, enfocaremos ese proceso a partir de dos de ellas: la institucional y la electoral. Primero, analizaremos las elecciones de 1988 como un proceso institucionalmente regulado, es decir, contenido en un marco de leyes, regulaciones e instancias públicas que fijó los límites de las estrategias políticas disponibles de los actores y que de esa manera indujo determinados equilibrios. En particular, discutiremos algunos aspectos relevantes de la manera como las reglas
Todos estos fueron hechos extraordinarios, tanto por ser inusitados en el contexto de la historia contemporánea de México, como porque estuvieron imbuidos de una gran intensidad política. Este carácter apasionado del proceso político de 1988 dificulta enormemente la tarea de dar cuenta de él, pues, en muchos casos, es difícil establecer con certeza cuáles son los hechos por explicar. Pero el análisis de las elecciones de 1988 no sólo se dificulta por la pasión política que distinguió los comicios de 1988, también se dificulta por lo que esta elección comparte con las anteriores: la duda sobre la veracidad de los datos electorales oficiales.8
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El marco institucional de la crisis
A pesar de que la publicidad oficial de los resultados se centró en la afirmación de que Salinas de Gortari había obtenido el 50.74% de los votos, en realidad obtuvo, oficialmente, poco menos de 49%. La diferencia entre una y otra cifra se debe a que los datos oficiales publicitados omitieron el cómputo de poco más de 700 000 votos oficialmente computarizados. Se trata de los 695 042 votos que, según el cómputo oficial de la Comisión Federal Electoral, fueron anulados, y de los 14 333 votos que esa misma autoridad computó finalmente a favor de candidatos no registrados.9 Si esos votos efectivamente emitidos y oficialmente computados se incorporan al total de la votación emitida sobre el cual se calcula el porcentaje obtenido por cada candidato, resulta que Salinas de Gortari logró su triunfo con el 48.74% de la votación emitida (la diferencia entre uno y otro computo se aprecia en el cuadro 1).
Aunque a primera vista la diferencia entre 48.7% y 50.7% no afectaba seriamente el resultado, pues solamente se requiere la mayoría relativa para ser declarado vencedor, la frontera de la mitad más uno de los votos no carece de significado político, tanto en términos simbólicos como prácticos. Desde el punto de vista simbólico, la mayoría absoluta era importante porque, por primera vez en la historia, el presidente de México había sido electo con menos de la mitad de la votación. El mismo hecho de que las autoridades electorales publicitaran resultados que omitían los dos rubros que transformaban la mayoría absoluta, en relativa, prueba que, al menos para esas autoridades, ganar menos de la mitad de la votación era un hecho político significativo, al menos simbólicamente.
El sistema había logrado que la oposición tuviera representación, sin que el pri perdiera, a través de una serie de reformas a los métodos de escrutinio que dividían la composición de la Cámara en dos partes: una parte era disputada entre el pri y la oposición, y la otra se reservaba exclusivamente a la oposición, sin que el pri participara. Así, en un segmento del sistema electoral, el pri obtenía “carro completo” (es decir, “ganaba de todas, todas”) y daba acceso a la oposición a través del otro segmento del sistema. A través de diversas fórmulas electorales implantadas entre 1964 y 1985, el sistema pudo incorporar 510 diputados federales opositores con un costo ínfimo para el pri: 484 de los diputados de partidos minoritarios ingresaron a la Cámara sin haber derrotado a un contrincante priista. Es decir, apenas el 1.4% de los aspirantes a diputado del partido oficial fue derrotado. La diferencia es notable: en 1988, uno de cada cuatro candidatos del partido oficial conoció la amargura de la derrota