que papel juega la dignidad del hombre en el renacimiento
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Respuesta:
Fernán Pérez de Oliva (1494-1531).
Es un humanista español de la época del Renacimiento poco conocido.
Nació en Córdoba hacia el año 1494 y murió en el año 1531. Estudió en Córdoba y en las Universidades de Salamanca y Alcalá; después en las de Paría y Roma.
El Papa Adriano VI (1523) le tomó bajo su protección y a su muerte regresa a España, a la Universidad de Salamanca en la que imparte Filosofía natural y Filosofía moral. En 1529 fue nombrado Rector de la Universidad de Durando y en 1530 se le concedió la cátedra en esta Universidad de aquellas materias.
Su condición de humanista le viene, ante todo, por sus múltiples saberes. Era versado en geometría, cosmografía, física, aritmética y arquitectura (como arquitecto intervino en las obras de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca y del Colegio del Arzobispo). Su libro “De magnete”, que no ha llegado a nosotros, supuso una clarividente intuición del teléfono. Otro libro de física, también perdido, es “De lúmine et specie”.
En su obra “Dialogus inter Siliceum, Arithmetican et Famman” sostiene la superioridad de la lengua castellana frene al latín para abordar las cuestiones científicas. Es autor de varias poesías y traductor de clásicos como “El renacimiento de Hércules”. “La venganza de Agamenón”, “Hécuba triste”
Como historiador publicó “Algunas cosas de Hernán Cortés y México” y hasta 1965 no vio la luz su libro “Historia de la invención de las Indias”.
Pero fue en el ámbito de la filosofía donde su pensamiento encontró un mayor desarrollo, participando de la influencia aristotélica, común en la época, aunque no exenta de influjo neoplatónico tan importante en el Renacimiento. Escritos como “De opere intellectus”, y dos diálogos “Del uso de las riquezas” y “De la castidad”, no han llegado a nosotros. Sí se han conservado “Discurso de las potencias del alma y del buen uso de ellas” y sobre todo, a los efectos humanistas de esta reseña, “Diálogo de la dignidad del hombre”.
En “Discurso…” recoge la doctrina clásica sobre el libre albedrío como “facultad que tiene la voluntad de escoger y seguir cualquier camino, cuando muchos se le ofrecen, sin que yendo por él, otra cosa por fuerza le impida o le retraiga…Así, el libre albedrío es aquel por cuyo poderío es el género humano señor de sí mismo, y cada hombre tal cual quiere hacerse”.
En “Diálogo de la dignidad del hombre” desarrolla la idea del hombre como proyecto de hacerse a sí mismo, como posibilidad de ser todas las cosas, que se contrapone al concepto aristotélico-medieval del hombre como “ser” o “naturaleza”, y que es la idea esencial de la filosofía del Renacimiento. Dialogan Aurelio, que sostiene la maldad y desgracia de ser hombre, su condición física y la debilidad de su entendimiento, y Aurelio que sostiene la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios, al que ha perdonado enviándole a su Hijo para redimirlo. Como juez de la disputa eligen a Dinarco, un viejo sabio.
Pérez de Oliva lo expresa así:
“Por donde es manifiesto ser el hombre cosa universal, que de todas participa. Tiene ánima de Dios semejante, y cuerpo semejante al mundo: vive como planta, siente como bruto y entiendo como ángel. Por lo cual bien dijeron los antiguos que es el hombre meno mundo, cumplido de la perfección de todas las cosas, como Dios en sí tiene perfección universal; por donde otra vez somos tornados a mostrar cómo es su verdadera imagen. Y pues es así que los príncipes cuando mandan esculpirse, hacen que se busque alguna piedra excelente, o se purifique el oro, para hacer la figura según su dignidad, creíble cosa es que, cuando Dios quiso hacer la imagen de su representación, que tomaría algún excelente metal, pues en su mano tenía hacerla de cual quisiese. Más la causa de por la que la puso en la tierra, siendo tal excelente oiréis ahora.
Los antiguos fundadores de los pueblos grandes, después de hecho el edificio, mandaban poner su imagen esculpida en medio de la ciudad para que por ella se conociese al fundador; así, Dios, después de hecha la gran fábrica del mundo, puso al hombre en la tierra que es el medio del, porque en tal imagen se pudiese conocer quien lo había fabricado. Más no quiso que fuera aquí como morador, sino como peregrino, desterrado en su tierra, y como dice San Pablo <caminando hacia Dios, nuestra tierra ese el cielo>; más púsonos Dios acá en el profundo para que se vea si somos merecedores de ella. Porque como el hombre tiene en sí natural todas las cosas, así tiene libertad de ser lo que quisiere. Es como planta o piedra puesto en ocio, y si se da al deleite corporal, es animal bruto; y, si quisiere, es ángel hecho para contemplar la casa del Padre; y en su mano tiene hacerse tan excelente, que sea contado entre aquellos a quienes dijo Dios: <Dioses sois vosotros>”