Que papel cumple en el desarrollo de la historia El decteve (es de lengua)
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
LA EVOLUCIÓN DEL DETECTIVE EN EL GÉNERO POLICÍACO
Iván Martin Cerezo
(Universidad Autónoma de Madrid)
Todos los textos de la literatura policíaca, ya sean cuentos o novelas, ofrecen un punto de partida común: la ruptura del orden existente, la quiebra de las relaciones sociales aceptadas, merced a la irrupción del crimen en una escena social. En otras palabras y en un plano más concreto: el nacimiento de toda narración policíaca implica la desaparición o puesta en duda del sistema de seguridad que la vida social presupone. La narración, en este sentido, supone la investigación de ese hecho criminal que lleva a cabo el detective, sin lugar a dudas, el elemento clave del género policíaco. Sin crimen y sin criminal puede haber novela policíaca, pensemos en más de una novela en la que al final el detective descubre que no ha habido crimen y, por consiguiente, tampoco criminal.El detective, como decimos, es el ingrediente primario de toda narración policíaca por su relación directa con el factor característico de este tipo de literatura: la investigación. Este género relaciona estrechamente ambos elementos: la narración policíaca es la narración de una investigación y el detective es aquel que la conduce. Por lo tanto, policíaca es toda aquella narración en la que se da un proceso de investigación de un hecho criminal, sea real o aparente, y que, por consiguiente, hay una persona encargada de llevar a cabo esa investigación, ya sea un policía, un detective privado, un periodista, un abogado, un forense, etc. La literatura policíaca agrupa aquellas obras de ficción en las que se produce un hecho criminal, es decir, una ruptura del orden cotidiano, un quebrantamiento de la ley, lo que da lugar a una investigación sobre ese hecho.
El detective cura la herida social que el crimen simboliza. Recompone el desorden que el crimen ha desencadenado. Su objetivo es el retorno del orden, del orden mental por medio de la verdad, y del orden social por medio de la justicia. El detective distingue perfectamente entre la justicia de los hombres, codificada en leyes, y la idea de justicia, que atiende a una noción ideológico-moral[1], por eso en algunos casos no entregará al culpable a las autoridades, en otros se tomará la justicia por su mano a sabiendas de que las leyes protegerán al culpable y saldrá impune y en los menos se negará a investigar el caso, por lo que tendremos un relato de aventuras policiales y no una narración policíaca.
Sacerdote, místico, sagrado. Siempre, o casi siempre, genial. El detective se erige en representante de la sociedad, y ésta y el lector hacen de él delegación de sus poderes. Es siempre percibido como un individuo excepcional, cuyos poderes le han sido otorgados por las víctimas de una sociedad que está en guerra con sus enemigos. Es un héroe, es el depositario de los valores sociales, morales y jurídicos de una colectividad. Y, por tanto, dice Auden, debe ser el representante oficial de lo ético o el individuo excepcional que está en estado de gracia[3]. En el primer caso será un profesional, en el segundo, un amateur. En cualquier caso, el detective debe ser completamente extraño, ya que no debe verse envuelto en el crimen. Viene de fuera. Será distante, excéntrico, maniático, extraño. Su rival, aquel que ha sido capaz de matar, también lo es. Su excepcionalidad es su culpabilidad. Ambos han de estar a la misma altura. Evidentemente estamos hablando de un tipo concreto de detective: el que hace el género, el mito que crea el género, el que se constituye en el primer modelo. También investigan otros detectives, menos héroes o incluso antihéroes, perdedores, menos excepcionales aunque también casi siempre solitarios, o acompañados de algún amigo, a veces realmente
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