que opinión tienes sobre el padre Hurtado y sor Teresa de Calcuta
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
"Prepárate para sufrir un schok cultural", fue lo primero que me dijo mi anfitrión en la ciudad: Robert MacNamara, corresponsal de una agencia internacional de prensa agregado en Calcuta, su ciudad natal. De madre hindú y padre estadunidense, Robert -aunque estudió en Nueva York- ha vivido siempre en Calcuta, y como toda la gente que ha nacido y vive allí mira a la ciudad con una extraordinaria ternura. A la vez con encontrados sentimientos de impotencia ante la alarmante realidad de pobreza del pueblo que se hermana con los más verdes campos que se pueda encontrar, con gente honrada a toda prueba. Porque si es cierto que Calcuta ha cedido su posición económica en beneficio de Bombay y su relevancia política a Nueva Delhi, sigue siendo el centro cultural de toda India. Porque si bien muchos dicen que esta es una ciudad a la que es mejor evitar, sigue reinando allí un espíritu de luz y de increíble sabiduría que toda su pobreza no puede ocultar.
La familia de mi anfitrión está directamente emparentada con los Thakur, a los que pertenecía el poeta Rabindranath Tagore ("Tagore" es una occidentalización de "Thakur", apellido que en idioma sánscrito significa "hombre noble", "amo", "señor"). Ya en casa de ellos me recibe con absoluta cordialidad el más anciano del núcleo familiar, Dhum Thakur, piadoso adorador de Shiva, el todopoderoso consorte de la diosa Kali. El noble anciano me dio la bienvenida hablando con los sonidos dulces y cadenciosos del sánscrito, sin que le inquietara en lo más mínimo el que yo no le entendiera. Dos meses después, cuando dejé su hogar y me despedí de Calcuta, puedo decir que, si acaso por mimetismo, entendía perfectamente al sumo Dhum Thakur. Por él oí hablar de Rama-Krishna, Swami Vivekananda, Sri Aurobindo y Sam Mohan Roy, y por su intercesión fui recibido por la Madre Teresa.
En una de las principales arterias de la ciudad, la Lower Circular Road, muy cerca de una mezquita y practicamente debajo de las agujas gemelas de la iglesia protestante de St. James, se halla la casa-madre de las Misioneras de la Caridad. De una modesta puerta negra cuelga un letrero en que se lee: "Mother M. Teresa MC". El timbre es una sonora campana de llamada metálica, ante la que apareció una de las joviales hermanas de la Caridad, la que sonrió sin vacilar cuando Robert le dijo que éramos dos más de los necesitados que acudían por ayuda, haciendo referencia a la multitud de indigentes que había en la calle junto a la misión esperando ayuda. Nos hicieron pasar a un diminuto patio y nos comunicaron que ella estaría con nosotros en un instante.
Donde esperamos hay sólo una mesa y varias sillas. En una pared se ve la figura en bulto de Cristo en la cruz; en las otras paredes, dispersos, se ven tres cuadros colgados. En uno de ellos se exponen los votos que hacen quienes entran a la Orden: pobreza, castidad, obediencia y caridad. Otro cuadro está ilustrado con fotografías que muestran la labor que realizan entre los más pobres de los pobres; se ven misioneras rodeadas de indigentes, en los hogares para huérfanos y moribundos, en las escuelas, entre los leprosos y en los dispensarios móviles. Se leen algunas oraciones de la Madre Teresa:
"Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros prójimos de todo el mundo que viven y mueren en la pobreza y el hambre. Dales hoy, por medio de nuestras manos, su pan de cada día y, mediante nuestra comprensión, dales también el amor, la paz y la alegría".
Otro dice