¿Qué opinas sobre que existan tantas tribus urbanas
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
En este proceso, por el cual se ha ido construyendo la categoría social de juventud, tienen fuerte presencia dos elementos: la dimensión de proceso (evolución), y la dimensión de masividad. En la primera, es posible reconocer que es indispensable separar el paso (evolución) biológico, que conlleva para los y las jóvenes el dejar de ser niños, y adaptarse a su nueva condición de sujetos aptos para la procreación, paso que, los habilita, como reproductores biológicos de la especie; de la posibilidad, cierta y efectiva, de su evolución social, es decir, como sujetos aptos para la reproducción de la sociedad en la que se encuentran insertos. Esta tarea, en sociedades modernas como las nuestras, requiere de un período más largo y extendido en comparación con las sociedades tradicionales y rurales en las que ese proceso estaba bastante acotado y que se entendía, a veces, como simultáneo.
Zinnecker (1987) lo expresa claramente al afirmar que con la aparición de la juventud burguesa, se produce una ruptura del concepto tradicional corporativista: «La concepción de la juventud pre-burguesa es corporativista. Cada corporación profesional tiene su propia juventud, o sea, expectativas de participación crecidas autónomamente». Esta concepción corporativista que tiene su correlato en estructuras sociales claramente definidas, se hace trizas con la aparición de la juventud en el sentido actual, y que a diferencia de los modelos pretéritos, se produce y rearticula, en las actuales condiciones, en sociedades altamente complejas y masificadas.
De ahí la necesidad histórica de definir una juventud en esta dimensión de proceso. En este sentido, compartimos la afirmación de Brito, que sostiene:
La pubertad responde más directamente a la reproducción de la especie humana; en tanto que, la juventud, apunta de manera más directa a la reproducción de la sociedad. En otras palabras, la juventud se inicia con la capacidad del individuo para reproducir a la especie humana y termina cuando adquiere la capacidad para reproducir a la sociedad (Brito, 1996).
Es en este contexto, de proceso evolutivo, tanto biológico como social, donde debemos insertar el segundo elemento de nuestra reflexión: la masividad. Como resultado del cambio, demográfico y geográfico, experimentado a partir de los años cincuenta en las sociedades latinoamericanas, y que vienen a emular la tendencia de países desarrollados, el crecimiento de la población comienza a darse principalmente en las grandes ciudades, ésta, que es una tendencia de la modernidad, tiene a su vez un impacto profundo en las subjetividades de las personas que viven en estas sociedades, cada vez más urbanizadas.
Al creciente grado de tecnologización, se suman fenómenos mundiales como la globalización e internacionalización de los mercados, la libre circulación de mercancías y mensajes, el nacimiento de bloques comerciales continentales, la ausencia de contrapesos político-ideológicos al neoliberalismo, la tensión derivada de cuestiones relativas al manejo sustentable del ecosistema, las oleadas de desplazados económicos.
En las condiciones actuales de acumulación en el marco del nuevo modelo transnacionalizado, el empleo ha pasado de ser una preocupación por mejores condiciones de ingreso y participación de la fuerza de trabajo en el control de los factores de producción, a ser una cuestión que no está ni con mucho asegurada. Pues, las denominadas ventajas comparativas de los mercados del trabajo, se han convertido —gracias a la llamada tercera revolución tecnológica o de la información— en una seria amenaza para la producción y mantención de los niveles de empleo que, por cantidad y calidad, se requieren en la actualidad.
Así pues, en este contexto mundial, los y las jóvenes de las grandes urbes han comenzado a desarrollar, casi paralelamente a los cambios mencionados más arriba, mecanismos de respuesta alternos al modelo imperante. Estas respuestas no son nuevas, ni tampoco de última hora, son expresión de la realidad juvenil que han acompañado estas últimas décadas que son, a la vez, de desarrollo y, homogeneización y anonimato.
La intuición que emerge como respuesta, resulta de una paradoja. La idea de la modernidad asimilada a la aldea global, del predomino de una sola cultura, en el fondo, de una cultura hegemónica, encuentra su respuesta en la aparición de microculturas o microsociedades; de nuevas sociedades primitivas —en el sentido durkheimniano de elementales— que empiezan a emerger en las grandes ciudades alterando el mapa urbano —en lo que la escuela etnográfica de Chicago llamara las zonas intersticiales de la ciudad— y el orden metropolitano. En el fondo, lo que se intentaba destruir (la variedad cultural) acaba reconstruyéndose o recreándose en nuevas formas de culturas urbanas, en algunos casos contestatarias y resistentes a la cultura dominante (Zarzuri, 2000).
Explicación:
espero ayude