Religión, pregunta formulada por carlosdelacruzluisan, hace 2 meses

¿que opinas de ma eespuesta que dios dio al hombre de las huellas?​

Respuestas a la pregunta

Contestado por emmanuelvalenzuelahu
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Respuesta:

RESUMEN

Lo que la Iglesia cree de Cristo, hunde sus raíces en el modo que tuvo Jesús de creer en Dios. Pero, a la vez, la fe de la Iglesia permite inferir cómo ha podido ser la experiencia espiritual de Jesús. Esta referencia recíproca entre Cristo y la Iglesia invita a indagar en los en los fundamentos antropológicos y teológicos de la fe "de" Jesús, en las dificultades y posibilidades que Jesús ha podido tener para creer en su Padre, puesto que así él enseña por qué y cómo han de creer también los hombres. Por esta vía descubrimos que el Padre, al resucitar a Jesús, triunfa sobre el Mysterium iniquitatis y, contra toda sospecha de indiferencia ante el sufrimiento humano que pudiera recaer sobre Él mismo, da pruebas de ser un Dios que merece fe. El Padre merece fe, pero no la merecería si Él no "creyera" también en la humanidad como "creyó" en su Hijo Jesús. Es el amor del Padre que en última instancia produce confianza en Él y entre los hombres.

Palabras clave: Fe de Jesús, cristología, fe..

INTRODUCCIÓN

La fe cristiana plasma en un credo pero, ante todo, es un modo de creer. La fe cristiana enhebra otra vez el credo de Israel en la medida que mueve a confiar y a obedecer a un Dios que merece ser creído. Aquello que hace las veces de fides quae, el concepto del Dios de la Antigua y de la Nueva Alianza, el Dios de la creación y de la historia, proviene de una experiencia de Dios mismo y sirve a nuevas experiencias suyas. La fides qua, la experiencia del amor, la liberación y perdón de Dios, constituye el único fin de la teología cristiana y el remedio exacto contra la esclerosis del cristianismo.

Por esta razón la fe de Jesús prepascual constituye el paradigma de la fe cristiana en estos dos aspectos, el subjetivo y el objetivo. Lo que la Iglesia cree de Cristo, el credo, hunde sus raíces en el modo que tuvo Jesús de creer en Dios (1). Habría sido un engaño que la Iglesia inventara su creencia. Pero sin la experiencia espiritual de la Iglesia salvaguardada en su credo, jamás nos habríamos enterado de la experiencia espiritual de Jesús. No habríamos conocido el camino que nos abrió ni la manera de recorrerlo. Entre la experiencia de Dios de Jesús y la experiencia de Cristo de la Iglesia, un mismo Espíritu establece la conexión y la compenetración vital que nutre a los cristianos contemporáneos. A lo largo de la historia de Israel, de la Iglesia y de la nuestra, ha debido prevalecer la vida espiritual que el Espíritu genera inmediatamente en cada creyente, pero que solo se hace inteligible para él mismo y para los demás en mediaciones culturales y religiosas que la encauzan (2).

Por otra parte el contenido de la fe en Dios es determinado históricamente. Dicho en breve, el judeocristianismo sabe que Dios es el "Dios de la vida". Yahvé, el Abbá de Jesús, ama la vida de Israel, la de Jesús y la nuestra. Esto es lo que hay que creer: Dios siempre quiere la vida, nunca la muerte. Si San Juan sostiene que "Dios es amor", la fe consiste en creer que Dios nos ama. Así de claro, pero no de fácil. La historia del pueblo elegido, la historia de la Iglesia y la historia humana, doquiera la encontremos, a menudo son un mentís del amor de Dios o de la bondad del Creador. Y si no lo son, así se lo percibe y se lo sufre. La tragedia griega, podríamos decir, todavía resiste al monoteísmo. Tantas veces, a tantos, la enfermedad, la venganza, la culpa y la muerte los persiguen como acosaron a los griegos las furias implacables. La fuerza de un mal infinito, enigmático, el espanto que produce, su horror, apagan a la humanidad y obligan a Dios mismo a comparecer en el sillón de los acusados. La fe judeocristiana no coincide con la pistis helénica (3). Pero se parece a ella, porque se parecen los tormentos que afligieron a los hombres de esos tiempos. Frente al mysterium iniquitatis los cristianos no confiesan que "Dios existe", sino que Dios es el "Dios de la vida" y el "Dios liberador". Lo hacen, sin embargo, con fatiga, venciendo la fatiga de una existencia permanentemente amenazada, apostando por el Dios de Jesús, por el Dios bueno, por el que Jesús apostó. Es que no es obvio que la creación tenga sentido o, dicho con mayor precisión, no es evidente que el mundo sea creación.

A ratos solo predomina la "descreación" (4), la impresión del éxito de las ruinas y de la irracionalidad, contra la cual solo la fe puede triunfar. Pero no cualquier fe.

Explicación:

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