que opinaria Darwin de la desaparición de las abejas
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Respuesta:
Charles Robert Darwin (1809-1882) ocupa un lugar preeminente en la historia de las ideas, siendo justamente reconocido como el autor original de la teoría de la evolución. En El origen de las especies, publicado en 1859, acumuló pruebas que demostraban la evolución de los organismos. Pero Darwin logró algo mucho más importante para la historia intelectual que demostrar la evolución. De hecho, acumular pruebas de la descendencia común con diversificación fue un objetivo subsidiario de la obra maestra de Darwin. El origen de las especies es, primero y ante todo, un esfuerzo sostenido por resolver el problema de explicar de manera científica el diseño de los organismos. Darwin trata de explicar las adaptaciones de los organismos, su complejidad, diversidad y maravillosos ingenios como resultado de procesos naturales. La evidencia de la evolución surge porque la evolución es una consecuencia necesaria de la teoría del diseño de Darwin.
Los descubrimientos de Copérnico, Kepler, Galileo y Newton en los siglos XVI y XVII gradualmente extendieron la noción de que la razón humana podía explicar el funcionamiento del universo. Se demostró que la Tierra no era el centro del universo, sino un pequeño planeta girando alrededor de una estrella mediana; que el universo es inmenso en el espacio y el tiempo; y que los movimientos de los planetas alrededor del sol pueden explicarse por las mismas leyes simples que dan cuenta del movimiento de los objetos físicos en nuestro planeta. Estos descubrimientos y otros expandieron enormemente el conocimiento humano, pero la revolución intelectual que produjeron estos científicos fue más fundamental; un compromiso con el postulado de que el universo obedece leyes inmanentes que explican los fenómenos naturales. Los fenómenos del universo se llevaron al dominio de la ciencia: la explicación a través de las leyes naturales. Los fenómenos físicos podían ser explicados siempre y cuando se conociese adecuadamente las causas.
Pero la revolución copernicana había dejado sin explicación científica el origen de los organismos y sus maravillosas adaptaciones, y los atribuía al diseño de un Creador omnisciente. Dios había creado las aves y las abejas, los peces y los corales, los árboles del bosque y, lo mejor de todo, los humanos. Dios nos había dado ojos para que pudiésemos ver y Él había dotado a los peces con agallas para respirar bajo el agua. Los filósofos y los teólogos argumentaban que el diseño funcional de los organismos pone de manifiesto la existencia de un Creador omnipotente y omnisciente. Donde quiera que haya diseño, hay diseñador; la existencia de un reloj delata la existencia de un relojero.
Un ejemplo bien conocido de este tipo de argumento es el del teólogo inglés William Paley. En su Natural Theology (1802) elaboró el argumento a favor del diseño como una demostración convincente de la existencia del Creador, trazando una comparación entre el diseño obvio de un reloj y el diseño aparente de un ojo humano. Pocas décadas después los Bridgewater Treatises ("Tratados de Bridgewater") publicados entre 1833 y 1840, fueron escritos por científicos y filósofos eminentes para exponer "el Poder, la Sabiduría y la Bondad de Dios manifestadas a través de la Creación". La estructura y mecanismos de la mano humana eran citadas, por ejemplo, como prueba incontrovertible de que la mano ha sido diseñada por el mismo Poder omnisciente que había creado el mundo.
Explicación:
Probablemente debería pensar el impacto negativo que traería la desaparición de la abeja, ya que estas polinizan las plantas, no sólo flores, las cuales sirven de alimento para los animales y estos animales son alimento de otros, afectando la cadena alimenticia natural, creando un desbalance en el planeta que traería consecuencias para todo ser vivo.