que opinaba Manuela Sáenz de los ingleses. PORFAA es para hoy
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papel de las mujeres en la independencia de América, tal como nos lo presentaba la tradición, se redujo a la realización de tareas como la confección de uniformes y banderas, a ser acompañantes de los ejércitos, cocineras o prostitutas y, en el mejor de los casos, enfermeras, e incluso espías. Casi nunca se reseñaron otras actividades: guerrilleras, líderes y dirigentes —que las hubo—, como es el caso de la mexicana Antonia Nava, llamada la Generala, que reclutó un ejército con el que luchó y al que defendió con ejemplar valentía; o el de la chilena Javiera Carrera, que no solo apoyó a sus hermanos, sino que organizó la primera Junta de Gobierno en su país. Para nada se destaca su papel de consejeras, capaces de opinar y desenvolverse al mismo nivel que los hombres en las intrigas políticas, como ocurre con la ecuatoriana Manuela Sáenz, que alcanzó la celebridad por ser amante de Bolívar, pese a que fue mucho más que eso, como demuestra esta carta de Francisco Antonio Sucre dirigida al Libertador desde el Frente de Batalla de Ayacucho, el 10 de diciembre de 1824:
Se ha destacado particularmente [...] por su valentía; incorporándose desde el primer momento a la división de Húsares y luego a la de Vencedores, organizando y proporcionando avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos».
Por su ejemplar conducta solicitaba «se le otorgara el grado de coronel del Ejército Colombiano. Sin embargo, tan alta distinción no fue suficiente para situarla en el mosaico de la historia, al lado de los próceres o fundadores de las repúblicas hispanoamericanas. El odio y el ensañamiento de sus compatriotas la persiguieron hasta el fin de sus días. Pero la fuerte personalidad de Manuelita Sáenz, como aprendimos a llamarla, se impuso sobre sus enemigos, incluso sobre la leyenda de su vida, dejándonos ver la fuerza de un carácter capaz de romper barreras sociales, morales y de género.