Historia, pregunta formulada por EACSORIGINAL, hace 22 horas

Que nos permite la historia en relacion a las guerras


EACSORIGINAL: chale el quye me ayude le doy 100 pts

Respuestas a la pregunta

Contestado por sarapudira
1

Respuesta:

es largo pero es:

Explicación:

Que los relatos de guerra están entre los que mayor centralidad han alcanzado dentro de las narrativas historiográficas nacionales, es algo que nadie pone en duda, en particular para aquellos relatos del siglo XIX, cuando los Estados-Nación se encontraban en pleno proceso de afianzamiento en el mundo occidental. El caso de América Latina es particularmente interesante, toda vez que, a consecuencia de los movimientos independentistas que se originaron durante las primeras décadas del siglo, los conflictos bélicos –externos e internos- se transformaron en una constante en la región2. Sin embargo, pese a su centralidad, las guerras universales de la historia, en tanto narración y devenir que marcha hacia el progreso10. Estas narrativas se caracterizaron por prestar atención casi exclusiva a aquellos acontecimientos que evidenciaran en el espacio público y, particularmente político, el avance de la nación hacia estadios de desarrollo superiores. Los combates y batallas, especialmente los victoriosos, fueron aquí centrales. Al decir de Carmen McEvoy "…las sociedades son, hasta cierto punto, la suma total de sus historias de guerra"11.

Al respecto, abundan las narrativas épicas, en las que el protagonismo de los acontecimientos recae en grandes héroes, generalmente hombres, investidos de características descollantes producto de su actuación en episodios bélicos que han pasado a formar parte del imaginario nacional. Son ellos los que han llenado de significado los textos escolares, las plazas públicas, los nombres de edificios y calles de nuestras ciudades. En el caso de Chile, pese a la insistencia de algunas corrientes historiográficas por destacar la ausencia de caudillismo y confrontaciones internas que habrían resultado en el desarrollo de una política de carácter republicano o, al decir de Alberto Edwards la instauración de un "Estado en forma", el ambiente de beligerancia fue una constante durante todo el siglo XIX. En efecto, como señala Mario Góngora en su famoso libro, Ensayo sobre la noción de Estado en Chile, cada generación vivió una guerra12. Partiendo con los movimientos de Independencia, siguiendo con la llamada Guerra a Muerte, la guerra civil de 1829, la Guerra contra la Confederación Perú Boliviana, las guerras civiles de 1851 y 1859, la Guerra contra España, la Guerra del Pacífico y la Guerra o revolución de 1891, sin olvidar, por supuesto, la permanente guerra librada contra las comunidades Mapuche en la región del Bío Bío, se puede afirmar que se estaba lejos de alcanzar la pretendida paz pública. Si bien muchos de estos conflictos fueron contra Estados naciones que estaban en el mismo proceso de asentamiento y consolidación, no puede soslayarse el hecho de que otros representaron graves fracturas internas dentro de la nación. Por lo demás, la recurrencia de guerras externas, habla también de una necesidad por establecer límites claros de inclusión y exclusión de la comunidad que, parafraseando a Benedict Anderson, estaba en pleno proceso de imaginación.

Pero, ¿cómo entender el enorme protagonismo que han tenido las guerras en los relatos históricos? Probablemente, hasta hace algunas décadas, ésta no era sino una pregunta insensata, toda vez que se daba por sentado que la historia se alimentaba básicamente de los grandes eventos de carácter político y militar. Sin embargo, hoy, se ha vuelto una necesidad replantearse la utilidad, significado y consecuencias que ha traído la naturalización de las guerras como dispositivos esenciales de la historia. De una parte, es importante subrayar que las guerras externas han sido un elemento clave a la hora de establecer un sentido de comunidad que se yergue por vía de oposición al otro. Esta afirmación cobra más sentido al desentrañar las formas en que esa oposición se ha construido. Evidentemente, los relatos, es decir, el cómo se significa la narrativa de las guerras, están cargados de simbolismos e imágenes que terminan por provocar estigmatizaciones artificiosas. Las nociones de género, raza y clase son, al respecto, fundamentales –aunque muchas veces, solapadas- en establecer caracterizaciones fijas de sujetos, acciones y acontecimientos que pasan a formar parte o no, de la historia. Desde esta perspectiva, las inclusiones o exclusiones van más allá de la delimitación de lo supuestamente nacional, en términos de fronteras externas claras y fijas, implicando también el establecimiento de pertenencias o rechazos de sujetos que quedan dentro de sus propios límites. En otras palabras, estas categorías de género, raza y clase han sido claves en definir "…aquellos contenidos que unen un territorio concreto a una parte de su población, al tiempo que ‘otras’ están excluidas"13.

Al respecto, pese a que muchas veces no es explícito,

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