qué nos enseñó Jesús a cada uno de nosotros y para que nos enseñó
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El nos enseño este Lenguaje Para comunicarnos
Respuesta:
La Expiación
La culminación del ministerio terrenal del Salvador fue Su expiación por los pecados del mundo. Juan el bautista profetizó esto cuando dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Más tarde, Jesús enseñó que “el Hijo del Hombre… vino… para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28). En la Última Cena, Jesús explicó, según el relato en Mateo, que el vino que bendijo era “mi sangre del nuevo convenio, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28).
Al aparecer ante los nefitas, el Señor resucitado los invitó a acercarse para que sintieran la herida de Su costado y las marcas de los clavos en Sus manos y en Sus pies. Él hizo esto, explicó: “a fin de que sepáis que soy el Dios de Israel, y el Dios de toda la tierra, y que he sido muerto por los pecados del mundo” (3 Nefi 11:14). Y, el relato continúa, la multitud cayó “a los pies de Jesús, y lo adoraron” (versículo 17). Por ello, todo el mundo finalmente lo adorará.
Jesús enseñó más verdades preciosas sobre Su expiación. El Libro de Mormón, el cual brinda más detalles sobre las enseñanzas del Salvador y da la mejor explicación en cuanto a Su misión, contiene esta enseñanza:
“Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz… [para que] pudiese atraer a mí mismo a todos los hombres
“…para ser juzgados por sus obras.
“Y… cualquiera que se arrepienta y se bautice en mi nombre, será lleno; y si persevera hasta el fin, he aquí, yo lo tendré por inocente ante mi Padre el día en que me presente para juzgar al mundo…
“Y nada impuro puede entrar en reino [del Padre]; por tanto, nada entra en su reposo, sino aquellos que han lavado sus vestidos en mi sangre, mediante su fe, y el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin” (3 Nefi 27:14–16, 19).
Y por lo tanto, entendemos que la expiación de Jesucristo nos da la oportunidad de superar la muerte espiritual que viene como resultado del pecado y, al efectuar y guardar convenios sagrados, obtener las bendiciones de la vida eterna.
Desafío y testimonio
Jesús presentó el reto: “¿Qué pensáis del Cristo?”(Mateo 22:42). El apóstol Pablo desafió a los corintios: “Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe” (2 Corintios 13:5). Todos deberíamos responder a estos desafíos por nosotros mismos. ¿Dónde depositamos nuestra lealtad suprema? ¿Somos como los cristianos de la memorable descripción del élder Neal A. Maxwell que se mudaron a Sión pero aún intentan mantener una segunda vivienda en Babilonia?1.
No hay término medio. Somos seguidores de Jesucristo; somos ciudadanos de Su Iglesia y de Su evangelio y no deberíamos usar un visado para visitar Babilonia o actuar como uno de sus ciudadanos. Debemos honrar Su nombre, guardar Sus mandamientos y “no [buscar] las cosas de este mundo, mas [buscar] primeramente edificar el reino de Dios, y establecer su justicia” (Mateo 6:33, nota a; de la Traducción de José Smith, Mateo 6:38).
Jesucristo es el Unigénito y Amado Hijo de Dios; Él es nuestro Creador; Él es la Luz del Mundo; Él es nuestro Salvador del pecado y de la muerte. Éste es el conocimiento más importante sobre la tierra y pueden saberlo por ustedes mismos, como yo lo sé por mí mismo. El Espíritu Santo, quien testifica del Padre y del Hijo y nos conduce a la verdad, me ha revelado estas verdades, y Él se las revelará a ustedes. El medio es el deseo y la obediencia. En cuanto al deseo, Jesús enseñó: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). Referente a la obediencia enseñó: “El que quiera hacer la voluntad de él conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo” (Juan 7:17). Testifico de la verdad de estas cosas en el nombre de Jesucristo. Amén.