Qué nos anteceden las predicaciones poéticas
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Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Durante una estancia de movilidad en la Universidad Nacional Autónoma de México en el
año 2016 tuve la fortuna de estar en una clase que impartía David Huerta; el tema general de
discusión era la poesía. Una de esas gratas sesiones Huerta arribó al aula con una emoción
palpable que al poco tiempo fue explicada: justo había releído El propósito ciego. “En este
librito –dijo alzando un ejemplar de la edición del FCE (2014)– aparece mi nombre por unas
cuantas palabras que intercambié con el Dr. Mateo. Pero eso no importa, lo que importa es
que lo lean; en cuanto salgan de la clase vayan a comprarlo, no se arrepentirán”. Sus palabras
quedaron en mi cabeza y, aunque no cumplí su voluntad inmediatamente, sí lo hice en el
transcurso de la semana. El volumen, no obstante, permaneció en mi librero, cerrado durante
casi un año. Un buen día, ya de vuelta en Baja California Sur, me resolví a leerlo. Subido en
el transporte público y mientras transitaba por cada uno de los textos recordé –como me
ocurre ahora que escribo estas palabras– a David Huerta y su íntimo anhelo de que nos
acercáramos a los poemas de José Revueltas, tan ajenos a los lectores como todo aquello que
no constituye su “narrativa fuerte”: las novelas y los cuentos. Esta tesis arrancó, o al menos
así me gusta pensarlo, de aquellas palabras sin las cuales probablemente el libro ni siquiera
hubiera llegado a mis manos.
El propósito ciego, aunque poco a poco se va dando a conocer entre los lectores,
todavía no goza de una recepción crítica amplia. José Manuel Mateo recoge brevemente en
el prólogo de la edición correspondiente al año 2014 lo referido por algunas voces de la crítica
mexicana. Edith Negrín, por ejemplo, hace notar que “la escritura poética ingresó desde
temprano en la órbita de Revueltas”; Carlos Eduardo Turón, en su prólogo a Las cenizas,
dice que Revueltas “trata el poema como un ensayo” y que en ese proceso pierde el relámpago
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nervioso de la poesía; Elba Sánchez Rolón, por su parte, difiere y asegura no ver tradición
ensayística en sus versos y en su lugar aúna la naturaleza reflexiva de los poemas con una
“persistente sombra trágica”; Andrea Revueltas y Philippe Cheron anotan en la Advertencia
de Las cenizas que “los poemas corresponden a un estado de ánimo que da paso a un aspecto
no desdeñable de la «personalidad literaria»”; David Huerta se resuelve por ver en El
propósito ciego la oportunidad de comparecer como lectores ante los poemas reunidos.1
Fuera de la crítica académica las aproximaciones a la obra poética de Revueltas han
tenido como vehículo principal artículos divulgativos que, por su naturaleza, obligan a una
mirada más general que profunda, más informativa que especializada. Quizá el mejor hasta
el momento sea el escrito por Mijail Lamas, publicado en la página electrónica Círculo de
poesía, con motivo del centenario del natalicio de Octavio Paz, Efraín Huerta y José
Revueltas (2014).
2 La mayoría de los demás textos consultados manejan en su discurso una
serie de datos que prácticamente reducen a dos nociones el hecho poético en José Revueltas:
a) su verdadera poesía se encuentra dispersa en su narrativa; b) además de ser un gran
narrador, el autor de Los muros de agua fue un poeta marginado.3 Ambas posturas, a pesar
de que traen a colación la existencia de los textos poéticos y sólo por ello conforman de
antemano un corpus valioso, menosprecian constantemente los poemas o los comparan con
el grueso de la producción literaria de su autor, aquella que lo ha consolidado dentro de la
Explicación: