¿Qué le permitió a la élite criolla justificar el trato desigual que recibían los indígenas?
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Respuesta:
Explicación:
Sometimiento, pacto imperial y sus vicisitudes
Pero la reivindicación de una posición privilegiada para las élites indígenas no sólo recurre a la actualización de motivos históricos con contenidos relativamente fijos, sino que la apropiación del pasado adquiere acentos muy diferentes cuando empieza a brindar como resultado una versión utópica de cómo debió haber sido el proceso de la conquista y sobre cómo debieron establecerse las relaciones entre los conquistadores y los conquistados. Mas antes de seguir, puntualizaré a qué acontecimientos de la comedia me refiero. En primer lugar, se debe reconocer que la comedia tiene tres líneas de acción: 1) las intrigas de amor entre los príncipes y princesas incas; 2) la dramatización del proceso de fractura del Imperio Inca y de la incorporación de la “nación” (15) de los naturales a la monarquía hispana; 3) las acciones de los conquistadores Pedro de Candía y Francisco Pizarro. Mientras que la primera línea de acción sirve para mostrar la sofisticación de la élite cortesana, la segunda y la tercera son las que reportan más puntos de fuga respecto de la Historia oficial del encuentro. Por otra parte, como ha estudiado detenidamente Rodríguez Garrido, muchas de las escenas descritas en esas dos líneas de acción están en abierto diálogo polémico con la versión de la conquista que se ofrece en La aurora en Copacabana de Calderón (2007: 275-298). Además, sobre las diversas líneas de comparación que se pueden establecer con esta obra aurisecular, se debe señalar que tanto la obra de Calderón como la de Del Castillo se apropian ideológicamente, cada una de distinto modo, de pasajes de un texto americano de importancia capital para las letras auriseculares: los Comentarios reales de los incas del Inca Garcilaso. Por ejemplo, mientras en La aurora en Copacabana se hace alusión al pasaje de la obra de Garcilaso en que se narra el ingenio con que los incas hicieron creer a los indios la fábula del dios sol con el fin mayor de civilizarlos (Capítulo 2 del Libro II), en el drama calderoniano el fin mayor es presentado como una pantalla moral que los incas hacen creer a los indios para hacer prosperar sus propios intereses y desfigurar el mensaje que había quedado en la memoria de los indios de una supuesta primera evangelización llevada a cabo por Santo Tomás (hacia el final de la Primera Jornada). Por otra parte, la obra de Del Castillo, en el marco de la decisiva importancia que tuvo la obra de Garcilaso “en la reconstrucción y transformación de la imagen del pasado andino” (Guibovich, 1990-1992: 111), hace alusión más bien al pasaje de los Comentarios en que se narra cómo Huayna Cápac se enteró, a través de los adivinos, del futuro fin de su Imperio, pero desconfía mientras no se lo revele Pachacámac. Es claro que en La Conquista del Perú, la voz impersonal que realiza esta revelación sea la del propio Pachacámac, es decir, la prefiguración divina de la revelación cristiana (Primera Jornada).
Ya sabes las tradiciones
distintas que hemos tenido
sobre el fin de nuestro Imperio
y que Huayna Cápac dijo
que en mis días pasaría
mi dominio a otro dominio;
mas, pues tienen mejor ley,
estos, que la que seguimos,
es fuerza que a sus preceptos
nos sujetemos rendidos (Castillo, 1996: 338).
4. La “marca” de factura ‘criolla’
Mas la presencia de una perspectiva criolla dentro de la obra no es sólo una posibilidad especulativa de lectura, sino que se materializa hacia el final de la misma a través de un tópico. Así hacia el final, justo cuando la actitud de Rumiñagui hace patente su disonancia frente al orden imperial y el pacto que se buscaba establecer en la obra queda en peligro, aparece un comentario en la voz de Lupanguillo, quien opera como una suerte de gracioso. Este dice:
Pues, señores, ya parece
que en el teatro se ha visto
la conquista del Perú;
muchos yerros ha tenido,
mas no se espanten que el poeta
dicen que a tiento ha escrito
y así, porque de limosna
se le pueda dar un vítor,
pues es discreto el senado,
no se dé por entendido (Castillo, 1996: 340).