Historia, pregunta formulada por salamauri5, hace 7 meses

¿Qué interpretación hace Ema Cibotti de la actuación de este personaje?

Respuestas a la pregunta

Contestado por Usuario anónimo
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Respuesta:¿Para qué sirven los símbolos patrios?. El escudo, el himno, la bandera, son las primeras referencias que nos da la escuela de nuestra existencia como sociedad nacional. Pero, a menudo, lo que conservamos en la memoria es el significado general desgajado de su sentido histórico original.

Las manos unidas, la pica en alto y sobre la misma el gorro frigio, el sol naciente coronado de las hojas del laurel, y el fondo azul y blanco, no forman por azar el Escudo Nacional. Tampoco su invención fue caprichosa. A partir de Mayo de 1810, urgía reemplazar el sello con las armas de España que imperaba todavía en todos los documentos revolucionarios. El 12 de marzo de 1813, la Asamblea General Constituyente aprueba su uso, pero ¿quién decide cuáles deben ser los atributos que lo formen?.

El artesano que graba el sello es Juan de Dios Rivera, un dibujante y platero nativo del Cuzco. Lo hace en metal para estampar con lacre, pero todavía hoy se discute, porque no hay pruebas documentales suficientes, quién fue su creador. Algunas fuentes hablan del peruano mestizo, Antonio Isidro de Castro, y se ha encontrado una carta de 1812 entre el maestro blasonista y Rivadavia, entonces secretario del Primer Triunvirato, que menciona en detalle el sentido del símbolo. Se describe cada atributo: la fraternidad de los pueblos expresada en la unión de las manos que sostiene la pica identificada con la soberanía o mando que a su vez enarbola la libertad simbolizada por el gorro frigio, emblema de la Revolución francesa. Los laureles, antiguo símbolo romano de la victoria, y el sol naciente, curiosamente rechazado por los revolucionarios franceses porque era el símbolo de la realeza por excelencia, pero revalorizado por los americanos como expresión del mito solar incaico, completan el cuadro.

La fuerza persuasiva del emblema patrio es notable, el escudo lleva grabado el programa de la Revolución sin palabras, sin citas en latín, su simbología es clara y precisa, rasgo democrático para una sociedad abrumadoramente no letrada. El hecho de no sufrir modificación alguna en su composición, como sí ocurre con la mayoría de los otros escudos americanos, también reafirma la excepcionalidad del proceso revolucionario iniciado en Buenos Aires en 1810, único foco americano que resistirá toda la contraofensiva realista.

El mismo sello que hoy se estampa en el documento de identidad y habilita el derecho de voto, aparece por vez primera en una carta de ciudadanía otorgada por la Asamblea, el 22 de febrero de 1813, casi un mes antes de que la misma lo aprobara. Imposible saber ya cómo y quién tomó esa audaz determinación. Lo cierto es que la decisión de afirmar la independencia aún no declarada está presente en muchas conciencias. La fidelidad jurada a Fernando VII para no enervar el apoyo de Gran Bretaña que consiste sobre todo en la provisión de armas a los revolucionarios, se quiebra. Gran Bretaña privilegia su alianza con la monarquía española y advierte que todo intento de separación solo atraerá a las Provincias del Río de la Plata, calamidades y desgracias. Aunque el contexto europeo es cada vez más hostil a la Revolución que cede terreno en toda América, la fidelidad al “monarca trapalón” se hace insostenible.

El temor no impide que las autoridades beneficien con la ciudadanía a los extranjeros que sirven a la patria. El nacimiento no importa derechos ¿acaso no hay americanos partidarios de los realistas?, lo que sí da derechos es la voluntad de defender la causa de la Revolución. La primera carta de ciudadanía data de 1811, lleva la firma de Chiclana, Sarratea y Paso y es para el inglés Roberto Billinghurst, agregado al ejército de la Banda Oriental como ayudante mayor de artillería, pero es concedida todavía en nombre de Fernando VII. Esta ambigüedad rebela a los más decididos partidarios de la independencia. Bernardo de Monteagudo lo expresa mejor que nadie en la Gaceta: “Qué cosa tan extraña, dar título de ciudadano en nombre del rey! Oh, máscara tan inútil como odiosa a los hombres libres” (Carlos Segreti, La máscara de la monarquía 1808-1819, Centro de Estudios Históricos de Córdoba (R.A) 1994, p.15! ).

Meses más tarde, la Asamblea abandona el uso de los símbolos del poder de España y los reemplaza por los nuevos emblemas patrios. El gesto es inmenso, dará sentido a la lucha hasta la proclamación de la Independencia en 1816.

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