que instituciones creo mitre?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
hay un vigoroso paralelismo simbólico entre el destino individual de Mitre y el destino colectivo e institucional de la Nación argentina.Cuando Mitre nació, en 1821, todo estaba por hacerse en la República: se había logrado consolidar militarmente nuestra independencia de España, merced a los esfuerzos titánicos de San Martín y de Bolívar, pero el gobierno patrio instalado en mayo de 1810 había caducado y lo que el país tenía por delante era un trágico y desalentador horizonte de caos y anarquía. Cuando Mitre murió, en 1906, la Nación argentina había logrado asegurar plenamente su unidad política e institucional, la Constitución estaba ya en plena vigencia y el país marchaba, definitivamente cohesionado, hacia un venturoso porvenir espiritual y material. El país en el que Mitre nació era un territorio desarticulado, sin leyes ni instituciones: un conjunto de provincias dispersas que guerreaban entre sí. El país en el que Mitre murió era una república organizada, próspera, sólidamente unida y segura de su destino soberano. Entre estos dos años extremos 1821 y 1906 se había desarrollado el curso entero de una vida: una vida jalonada por destierros y persecuciones, una vida transcurrida en los campos de batalla y en los apasionados debates que posibilita el periodismo libre. Pero, al mismo tiempo, una vida serena y responsable, consagrada a la búsqueda de soluciones racionales para su patria, una vida de estadista dedicada a construir lo que se necesitaba para que el proyecto de 1810 diera por fin los frutos esperados: instituciones libres, paz social, una Constitución con efectiva vigencia, un sistema de garantías destinado a proteger la dignidad del ciudadano, una estructura federal que asegurase la convivencia pacífica entre todas las provincias y, como expresión y suma de todo eso, un gobierno nacional de origen democrático y respetuoso de la ley. Esa fue la gran contribución de Mitre a la grandeza argentina: supo unificar a la Nación por encima de las pasiones y los intereses de sus distintos sectores -incluso por encima de las conveniencias de Buenos Aires, su propio distrito- y se convirtió en el constructor sereno y seguro de las instituciones civiles sobre las cuales se iba a edificar la Argentina moderna, esa Argentina que ingresó en el siglo XX con paso seguro y con ejemplar vocación de progreso. En 1860, después de la batalla de Pavón, Mitre emergió como la primera gran figura de la República. Pavón pudo haberle abierto el camino hacia el ejercicio discrecional o absoluto del poder. Pero en el proyecto moral de Mitre no había espacio para un gobierno que no se basara en el respeto irrestricto a la ley. Su plan era servir a una política de paz y concordia, y mantener la unidad nacional a toda costa, pero no al precio de desistir de sus principios. Por eso, cuando asumió en 1860 la presidencia provisional de la Nación, trabajó sin descanso para frenar las pasiones, desoyó el fanatismo de sus propios correligionarios, permaneció fiel a sus ideales, discutió serenamente con sus adversarios y trató de atraerlos, incluso, con propuestas racionales y moderadas. Si penetró con su ejército en el territorio de algunas provincias, fue sólo para poner fin a los gobiernos provinciales vitalicios y despóticos, y restablecer las condiciones para que los pueblos pudieran elegir civilizadamente a sus autoridades. La batalla de Pavón marcó, así, el punto de partida de un cambio político fundamental en el país: puso fin a las tiranías locales y a los abusos de las montoneras, allanando el camino a corrientes nuevas y a formas alternativas de progreso político, social y económico. Mitre demostró con hechos concretos que su único propósito era imponer la causa de la libertad y de la administración pacífica en todo el territorio nacional y crear las condiciones para que la familia federal argentina se reuniera por primera vez a celebrar el pleno imperio del Estado de Derecho, sin exclusiones de ninguna clase.