Historia, pregunta formulada por qmaira271, hace 10 meses

que influencia tuvo las ideas
positivistas, para el inicio de la Revolución
Francesa?​

Respuestas a la pregunta

Contestado por stvalakitsis2
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Respuesta:

el que a los ciudadanos ya no les gustaba que los monarcas les robaran

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Contestado por facuortiz1227
0

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En 1867, en su «Oración cívica», el médico mexicano Gabino Barreda (1818-1881) distinguió en la historia de su país una etapa colonial, correspondiente al «estado religioso», seguida a partir de la independencia por otra del «estado metafísico», el de las ideas liberales utópicas, y preconizó el comienzo de un nuevo período «positivo», caracterizado por el orden y el progreso. Entre 1847 y 1851 había estudiado en París, y ahora aplicaba las doctrinas de Augusto Comte al análisis de la realidad nacional. Así llegaba el positivismo a México, a la vez que se producía el triunfo definitivo de los liberales: encargado por Benito Juárez de organizar la instrucción pública con criterios laicos y científicos, Barreda creó también en 1867 la Escuela Nacional Preparatoria, por la que debían pasar todos los estudiantes destinados luego a las distintas Escuelas Profesionales. Poco antes el emperador Maximiliano había cerrado la Real y Pontificia Universidad creada en 1851, dominada por la educación escolástica y el pensamiento conservador.

Por la misma época se produce la irrupción del positivismo en otros países hispanoamericanos. En sus Recuerdos literarios (1878), Lastarria asegura que no conoció la Filosofía positiva hasta 1868, Cuando ya cierto desencanto parecía haberle preparado para la adopción de esa doctrina. Encontró en Comte una explicación científica del orden social, y aceptó la ley de los tres estados como si fuese una manifestación o una prueba del progreso del espíritu humano. Desde la Academia de Bellas Letras, que inauguró en Santiago en 1873, difundió las novedades de que hablan sus Lecciones de política positiva (1874). En cuanto a Argentina, en 1870 Sarmiento había fundado la Escuela Normal de Paraná, desde la que el italiano Pedro Scalabrini (1848-1916) trató de difundir una educación para la libertad y el progreso. En esa tendencia se inserta José Alfredo Ferreira (1863-1935), notable representante de la orientación liberal del positivismo.

Porque conviene advertir que las doctrinas de Comte rara vez se aceptaron en su integridad. Quizá fue en Chile donde el filósofo francés encontró sus seguidores más incondicionales: en la citada Academia de Bellas Letras, que perduró hasta 1881, se iniciaron tanto Valentín Letelier (1852-1919), que continuaría la línea heterodoxa y liberal de Lastarria, como los hermanos Lagarrigue -Jorge (1854-1894), Juan Enrique (1852-1927) y Luis (1864-1956)-, que fueron de los pocos que hicieron suyos la religión de la humanidad y los fundamentos despóticos de la teoría política comtiana. Las peculiaridades del pensamiento positivista hispanoamericano estriban en que se trató sobre todo de una actitud, relacionada con la voluntad de progreso y de alcanzar la verdad: una actitud que sólo daba relieve a la experiencia, al conocimiento de los hechos, al rigor científico, contra el uso irrestricto de la razón, contra las verdades abstractas y absolutas, contra las creencias religiosas, contra la intuición. Quedaba rechazado todo «a priori», incluso cuando provino de los mismos positivistas, de modo que el «cientificismo» fue ante todo una actitud «pragmática» que se proyectó sobre la política, sobre la moral -el positivismo se proponía como una moral del desinterés, de la objetividad, de la probidad del pensamiento- y sobre las «ciencias sociales», cuyo desarrollo inspiró. Ese pragmatismo había sido anticipado de algún modo por la generación romántica, cuyos miembros más destacados, como Echeverría o Alberdi, ya pretendían ser «positivos»: ajenos a la metafísica, atentos a la realidad y sus posibilidades de transformación. Incluso se ha querido encontrar ese espíritu en la última fase de la Ilustración argentina, cuyo empirismo habría preparado el camino para el realismo social de la generación de 1837.

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