Historia, pregunta formulada por lasorne7147, hace 1 mes

Que impide que los caudillos permanecieron en el poder?

Respuestas a la pregunta

Contestado por valeria9800
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Respuesta:

  • QUE IMPIDE QUE LOS MILITARES DE LOS caudillos PERMANECIERON EN EL PODER

Los caudillos son permanentes candidatos a la Presidencia de la República. Pero no todos los presidentes fueron, en el Perú, caudillos. Cuando van a campaña, una precavida cautela háceles llevar a Palacio a un hombre sin vocación y, por lo tanto, sin ambición. (Salazar y Baquíjano de junio 1827 a agosto de 1827; de junio de 1828 a junio de 1829; de noviembre de 1834 a febrero de 1835. Don Andrés Reyes de abril a diciembre de 1831. Don Manuel Tellería de septiembre a noviembre de 1832. Don José Braulio del Campo-Redondo de agosto a noviembre de 1833. Don Manuel Menéndez de marzo a junio de 1841, y de julio de 1841 a agosto de 1842, de octubre de 1844 a abril de 1845. Don Justo Figuerola en marzo de 1843 y de agosto a octubre de 1844). Son presidentes interinos, elevados en virtud de aplicarse disposiciones constitucionales y adjetivas: la vicepresidencia en la Constitución de 1823, la presidencia del Senado, en la Constitución de 1834, la presidencia del Consejo de Estado en la Constitución de 1839. Son los primeros civiles que llegan al solio presidencial; pero representan cierta “inofensividad”.

Análoga misión desempeñan otros presidentes que, a pesar de usar insignias militares, no son sino representantes de caudillos mal ocultos. Ése es el caso de Bermúdez, hecho presidente por el golpe de estado del 4 de enero de 1834 realizado, en realidad, en beneficio de Gamarra y de su oligarquía de militares y de intelectuales; y el caso de Vidal, proclamado en 1842 en el Cuzco, en virtud de ser segundo vicepresidente del Consejo de Estado; pero en realidad para dar luego origen legal al encumbramiento que en fecha inmediatamente posterior pensaba obtener La Fuente.

Otros presidentes obtienen el cargo fortuitamente: Pezet en 1863, como consecuencia del fallecimiento del presidente San Román; y Canseco a raíz de la revolución contra Pezet en 1865 para darle, fugazmente, colorido legal y luego para deponer a Prado en 1868.

Y, en cambio, si hubo estos tres grupos de presidentes que no fueron caudillos, también hubo caudillos que no llegaron a ser presidentes. Tal es el caso del Gran Mariscal Nieto y del Gran Mariscal La Fuente.

Candidatos latentes como Deustua, en 1843 y en 1853, Torrico, en 1853, Segura, en 1872, no alcanzaron el relieve necesario. Domingo Elías, el primer candidato civil a la Presidencia es, en cambio, semicaudillo; lo que le falta es únicamente dirigir revoluciones. La acción armada contra Echenique es insignificante en tanto que él la encabeza (expedición a Tumbes, levantamiento de Ica).

José Gálvez es, igualmente, un tipo de transición: no es militar ni insurge tampoco en revoluciones en gran escala, pero, asume rol director dentro de los liberales en debates parlamentarios y en la organización de conspiraciones frustradas, e iba a ser candidato a la presidencia. Es, más bien, leader, orientador, como lo fueran antes Pando, Herrera, Pardo; como lo eran entonces Ureta, Químper. Pero es la aproximación mayor del leader al caudillo. Su personalidad es definida; tiene capacidad para la acción, aptitud para fascinar; quizá le falta tan sólo facilidades para proclamarse a sí mismo.

Una lista de nuestros caudillos en el periodo militar comprendería, pues, dentro de la mayor amplitud posible, los siguientes nombres: La Mar, Gamarra, Orbegoso, Santa Cruz, Salaverry, Vivanco, Torrico, Castilla, Nieto, La Fuente, Echenique, San Román, Balta, Prado.

Desde el punto de vista cronológico cabe distinguir tres periodos en nuestro caudillaje militar. El primero sería el de la lucha entre un peruanismo amplio y discutible y un peruanismo auténtico y limitado (1827-1842). Periodo al que corresponden los hechos relacionados con la invasión de Gamarra a Bolivia en 1828, con la presidencia de La Mar, con la guerra contra Colombia en 1829, con las discusiones sobre la peruanidad de La Mar, con la deposición de éste, con la ingerencia de Santa Cruz en nuestra política, con las guerras de la Confederación, cuyo último episodio en realidad fue la campaña que concluyó con el desastre de Ingavi y la muerte de Gamarra.

En una segunda época se ha afianzado ya más el sentido de la nacionalidad.  

Caracterizó a la primera época la constante amenaza de la anarquía; ahora lo que predomina son los periodos de paz, aunque no se han dominado las revoluciones. El primer periodo fue de supervivencia colonial en las costumbres; aquí se relieva la tendencia hacia el progreso, hacia la “europeización”.

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