¿Qué hubiese pasado con la humanidad si Dios no envía a su único hijo al mundo como hombre?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Por un lado, esas son preguntas imposibles. Todo el universo fue creado en Él, por medio de Él y para Él (Colosenses 1:16). Sin Él, todo el universo se desmoronaría. Por otro lado, podremos apreciar mejor su venida si consideramos algunas de las numerosas bendiciones individuales que se deben de un modo directo a ella. Estas son a su vez algunas de las verdades más importantes del universo y de todos los tiempos.
Explicación:
Si Jesús no hubiera venido al mundo, no conoceríamos al completo la fidelidad de Dios. No conoceríamos el cumplimiento total de cada una de las promesas, entre ellas la primera que hizo: que un hijo de Eva heriría en la cabeza a nuestro gran adversario Satanás (Génesis 3:15).
Si Jesús no hubiera venido al mundo, no conoceríamos la plenitud del amor de Dios: “Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos” (Juan 15:13) y “Dios demuestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Si Jesús no hubiera venido al mundo, no sabríamos cuán grandes son la humildad de Dios y su compasión hacia nosotros. Según Hebreos 2:17, Jesús “tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo”. Jesús fue hecho semejante a nosotros en todo: cargó sobre sí todas nuestras debilidades, tentaciones y sufrimientos. Y lo hizo para poder ser un defensor más misericordioso para nosotros.
Por último, si Jesús no hubiera venido al mundo, tampoco habría muerto en expiación ni habría resucitado luego de dar su vida, con lo cual no seríamos salvos ni habría posibilidad de salvación para los pecadores. “Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:10).
Ver a Jesús y gozarse en Él como el incomparable Hijo de Dios y la encarnación de sus más grandes bendiciones es la única forma verdadera de tenerle.