¿Qué hace que una interpretación de una obra sea buena o mala?
Respuestas a la pregunta
La lógica nos llevaría a pensar que una buena obra de arte despierta nuestra admiración, nos conmueve o inquieta, nos hace intuir la grandeza que hay en ella; y, por el contrario, una mala obra nos debería causar rechazo, mofa o, en el mejor de los casos, conmiseración y quizá una pizca de ternura. Sin embargo, en el mundo del arte rigen otras lógicas que poco o nada tienen que ver con el principio expuesto. ¿Cómo explicar si no por qué obras de arte que debido precisamente a lo rematadamente malas que son tienen una legión de incondicionales seguidores? Nótese que he dicho debido a y no a pesar de, porque quiero que quede clara la relación de causalidad: es el hecho de ser tan malas lo que hace que tengan tantos y tan fieles seguidores. ¿Se podría decir en estos casos que hay obras de arte que son tan malas que llegan a ser buenas?
El caso más paradigmático dentro del cine quizá sea Ed Wood, que está considerado como el peor director de cine de todos los tiempos gracias a la desastrosa dirección de películas como Glen o Glenda o Plan 9 del espacio exterior. En esta última, considerada por muchos críticos como una de las peores películas jamás filmada, encontramos un reparto lleno de personajes tan excéntricos como carismáticos: un vidente que predijo la muerte de John F. Kennedy, un luchador sueco, una estrafalaria estrella televisiva ‒Vampira‒, un millonario transexual, un Béla Lugosi en sus horas más bajas o un hipnotizador ‒doble de Lugosi cuando este falleció y visiblemente más joven‒. Durante la película vemos lápidas y cruces hechas de papel, la cabina de una nave espacial fabricada con cartulina o platillos volantes que en realidad son tapacubos sostenidos por un hilo; vemos cambios aleatorios de día y de noche en una misma escena o a actores que interpretan claramente leyendo su papel. Toda esta sucesión de despropósitos, y muchos más, es lo que ha convertido esta película y al propio Wood en figura de culto.