que funcion cumplia el ejercito en la edad media?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Toda investigación histórica es fruto, en menor o mayor medida, de una sensibilidad
historiográfica hija de su tiempo. El presente trabajo nació al calor del interés renovado que se
vivió a comienzos de los años 90 sobre el problema del Estado como actor social y en
concreto el controvertido y fecundo debate sobre el Estado en el Feudalismo. Una
recuperación de la historia política condicionada en parte por un presente por entonces
extremadamente convulso en el ámbito europeo. Para quien esto suscribe, cautivaron y
condicionaron la línea a seguir las lecturas iniciales de obras de la sociología histórica sobre la
historia social del poder político y militar (Michael Mann, Charles Tilly), tanto como la de
trabajos renovados de la medievalística francesa sobre el Estado y la guerra en la Edad Media
(El Domingo de Bouvines de Duby, L’État et les pouvoirs de Le Goff, La guerra en la Edad
Media de Contamine), pero también clásicos del materialismo histórico donde, de forma poco
común, se situaba a la guerra y el Estado en primer plano (El Estado Absolutista, de
Anderson).
Han pasado diez años desde el comienzo del trabajo y, lamentablemente, la guerra
sigue estando en primer plano. Una guerra que, como recordaba hace poco Eric Hobsbwam
(Entrevista sobre el siglo XXI), comienza a dejar de ser un monopolio del Estado desde
finales del siglo pasado, invirtiendo así una tendencia al respecto dibujada precisamente desde
la Baja Edad Media. A pesar de la existencia de una única potencia mundial, EEUU, y su
elevada capacidad militar, los actores privados con potencial destructivo aumentan cada vez
en más territorios del planeta, sobre todo en aquellas sociedades (Islam, Tercer Mundo) donde
ha fracasado, o quizás nunca triunfó, un modelo de Estado importado de Europa. El crimen de
las Torres Gemelas tanto como las tragedias de Afganistán y Palestina, por citar sólo dos,
continúan teniendo tanta fuerza para mantener viva la reflexión sobre el problema del Estado
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y de la guerra, como lo tuvieron a comienzos de los 90 los conflictos de la ex-Yugoslavia o la
desintegración de la antigua URSS. Sin duda, las iniciativas privadas en la gestión y dirección
de la guerra han prosperado de forma creciente a raíz del desarrollo de conflictos de baja
intensidad, enquistados en áreas que escapan al control estatal en el Tercer Mundo (de
Colombia a Afganistán), así como en otros territorios de la periferia de Europa (Balcanes,
Magreb, Oriente Medio) donde el Estado es débil. Pero el negocio de la guerra en mayúsculas
sigue teniendo como principales beneficiarios a los Estados de los países desarrollados, y en
concreto a sus ejércitos profesionales y, gravitando en torno a éstos, a las empresas e
industrias armamentísticas y de servicios logísticos a las tropas. Unos y otros viven de las
guerras.
Algo semejante comenzaba a anunciarse en la Baja Edad Media cuando los beneficios
de las guerras también se repartían entre quienes las dirigían y protagonizaban. Entre los
Estados en crecimiento (monarquías, ciudades-estado, pequeños principados), que
organizaban gracias a las mismas sus estructuras financieras y militares al tiempo que
competían por el control de territorios y poblaciones. Pero también entre la clase feudal: los
nobles, como caballeros y hombres de armas y dirigiendo combatientes, cuya presencia en los
ejércitos tenía la dimensión de obligación social propia de su condición nobiliaria, pero
también, cada vez más y para algunos, la de actividad profesional remunerada por los Estados
contratantes, a través de soldadas y rentas que consumían buena parte de los recursos
movilizados para la guerra. En el fondo subyacía la crisis del feudalismo como sistema social
y el hundimiento de los ingresos señoriales, que obligaba a una profunda redistribución de
rentas y tierras entre la aristocracia y a un reajuste de las relaciones entre la clase feudal y el
Estado. Y los medios esenciales para ello eran la guerra, fuera la competencia en el seno de la
nobleza o entre Estados en expansión, pero también la reorganización de las redes de
dependencia entre la nobleza. Mi estudio de la relación entre guerra y nobleza en la Corona de
Aragón se inserta en este marco teórico pero reivindica, a su vez, la autonomía de la variable
política, de la organización militar del Estado y de la guerra como principal función del mismo.
Explicación: