Ciencias Sociales, pregunta formulada por miyerlaylozada, hace 1 año

Qué fue lo que les permitió los aztecas crear su civilización y extender su imperio

Respuestas a la pregunta

Contestado por oscarabdiel358
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Respuesta:

El Imperio azteca —también llamado, de forma minoritaria, Triple alianza, Imperio mexica o Imperio tenochca—1​ fue una entidad de control territorial, político y económico que existió en la zona central de Mesoamérica, durante el Posclásico Tardío, antes de la Conquista española.

Formalmente, estaba integrada por los dominios de la Triple Alianza (Ēxcān Tlahtolōyān, «los tres lugares donde se dan órdenes»),2​ conformada por Texcoco, Tlacopan y México-Tenochtitlan. En los hechos, la mayor parte de los territorios bajo el dominio de los altépetl coaligados pertenecían a los mexicas.

Contestado por Jhohan0407
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LOS AZTECAS

Esta civilización se desarrolló en México y su origen está relacionado con tribus nómadas que vinieron del norte en México y fueron ocupando las tierras de Guanajuato. Según sus creencias un día, mandados por su dios Huitzilopochtli, comenzaron a emigrar hacia la cuenca de México en compañía de otros grupos que también andaban en busca de tierras. Después de pasar por varios lugares, entre ellos Tula, llegaron a la región de Chapultepec.  Como la mayoría de las tierras estaban ocupadas, los Aztecas tuvieron que pelear continuamente. Pero un día vieron un islote dentro de una laguna en el que había un águila posada sobre un nopal, y allí iniciaron la fundación de su capital, Tenochtitlán, en el año 1325 en dos islas del lago Texcoco en lo que hoy en día es ciudad de México. Con mucho trabajo, y acarreando los materiales de tierra firme, fueron construyendo su ciudad, la gran metrópoli llamada Tenochtitlan, que en su época de auge llego a tener un enorme centro de culto político y administrativo, encerrado dentro de cuatro muros decorados con serpientes (Coatepantli) y con cuatro puertas orientadas a los puntos cardinales.

De cada puerta partía una calzada que unía la isla con tierra firme; se construyeron diques, barreras de contención y acueductos para proteger el agua dulce de la salubre y abastecer a la ciudad; se levantaron fuentes públicas; se trazaron calles de tierra y madera cruzadas por numerosos canales, y en el centro de la ciudad se levantó el templo mayor, símbolo de poder que tenía dos escalinatas con frisos rematados en cubos. Las escaleras conducían a dos tempos gemelos, uno dedicado al dios Tláloc (dios de la lluvia), pintado de azul, y el otro dios tribal Huitzilopochtli (dios de la guerra), pintado de rojo.

En frente del templo mayor se levantó otro edificio de planta circular y forma cónica en honor del dios del viento, había otros muchos templos dedicados a otras tantas divinidades (dioses), casas para guardar pertrechos de guerra, los alimentos y los vestidos, casas para los poetas o cantores, bibliotecas, etc. Por los alrededores del centro se hallaban los palacios de los gobernantes como Moctezuma, en los que había colecciones de plantas y animales para estudio, a modo de jardines botánicos y parque zoológicos.

La gran Tenochtitlán era la metrópoli de un imperio conquistado por la guerra, mediante la cual se apoderaban de tierras, riqueza y múltiples productos por concepto tributo o impuesto que debían pagar los pueblos vencidos. Sus tierras llegaron a extenderse muchísimo.

 

En la ciudad cosmopolita trabajaban artesanos de todas las industrias, entre ellos orfebres, plumarios, lapidarios y pintores de códices; no faltaban escultores, arquitectos, expertos en obras hidráulicas y médicos, como tampoco olvidaron el cultivo de la literatura y poesía. Muchos artesanos venían de otras regiones atraídos por el esplendor de Tenochtitlán: orfebres, alfareros que producían piezas para el culto, plumarios ya que empleaban plumas de diversos pájaros con la técnica del mosaico para preparar escudos para la guerra, manteles, abanicos y otros productos, etc.  Tenochtitlan tenía más de 100.000 habitantes. Los españoles quedaron muy asombrados por el mercado de Tlatelolco. Así lo cuenta Bernal Díaz del Castillo, uno de los hombres de Hernán Cortés: “Quedamos admirados de la multitud de gentes y mercaderías que había en la gran plaza y del gran concierto que en todo tenían: oro, plata, piedras ricas, plumas, esclavos y esclavas, ropa barata y fina, hachas de latón y cobre…».

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