¿que explicación tiene el desenlace del relato "INFIERO GRANDE"?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
relata la historia de un joven que a su llegada a un pueblo cercano a Bahía Blanca mantiene una supuesta relación con la mujer del dueño de una peluquería. De un día para otro el joven y la mujer del peluquero desaparecen. En el pueblo se comienza a rumorear que a la pareja fue asesinada por el marido celoso. Una vecina decide buscar los cuerpos de las víctimas. En la escena final descubren no los cadáveres de la pareja, sino los restos de los secuestrados y desaparecidos por los militares durante la última dictadura militar
Respuesta:
El autor de estos apuntes retrospectivos, escritor en otro tiempo del género humorístico hoy
jubilado y en plena posesión de sus quince lustros y de su cruz de San Hermenegildo
correspondiente; amenguado por ende en sentidos y potencias, y conservando tan sólo de estas
últimas una felicísima memoria y un escaso resto de voluntad, cede (acaso imprudentemente) a las
seductoras excitaciones de sus amigos y colegas en el gremio literario, que pareciendo escuchar con
interés sus familiares y trasnochadas reminiscencias, le impelen a consignarlas en el papel, y lo que
es más temerario, aún, a ofrecerlas a un público, que no es ya el suyo, indulgente y bonachón, de
quien pudo alcanzar en otro tiempo benévola acogida y afectuosa simpatía.
Y con tanta menos razón tiene derecho a esperarlas en la ocasión presente, cuanto que
habiendo de renunciar por necesidad a los festivos cuadros de fantasía, su ya oxidada pluma sólo
puede brindar hoy con prosaica y descarnada -10- narración de hechos ciertos y positivos, con
retratos fotográficos de hombres de verdad, que le fue dado observar en su larga vida
contemplativa, cómodamente sentado en su luneta (o sea butaca) de segunda fila, o bien alternando
en amigable correspondencia con los personajes de la acción, escondido tras los bastidores de la
escena.
Mas como quiera que no sea tampoco su intención la de escribir historia (ni para ello le
bastarían sus medios intelectuales), cumple a su propósito declarar que en estos relatos que prepara
-y que han de abrazar la primera mitad del presente siglo, desde 1808 a 1850- sólo piensa ocuparse
en aquellos pormenores y detalles que por su importancia relativa o por su conexión con la vida
íntima y privada, no caben en el cuadro general de la historia, pero que suelen ser, sin embargo, no
poco conducentes para imprimirla carácter y darla colorido. -Estos detalles puramente anecdóticos
sólo puede expresarlos un testigo presencial de los sucesos, que nace con ellos, crece y se desarrolla
a par de ellos, y aspira a pintar con verdad y sencillez los hombres y las cosas que pasaron, así como
también las apreciaciones contemporáneas que pudo escuchar.
Tan inocente desahogo (que algunos tomarán por incontinencia parlera, y otros acaso por
sugestiones del amor propio) obedece al estímulo que mueve al asendereado viajero a reunir en
derredor suyo a sus hijos y nietos para endosarles una y otra vez la curiosa relación de sus pasadas
andanzas; o al tenor veterano que, falto ya de medios naturales en pecho y garganta, se contenta con
tararear en voz baja sus antiguas canturias y llevar el compás con cabeza, manos y pies.
Habrá, sin duda, alguno y aún algunos de los que tengan la mala idea de leer estas líneas, que
digan, encarándose -11- con el autor: -«Conformes, señor setentón: ábranos usted ese
Memorandum de sus añejas reminiscencias personales; cuéntenos, si así le place, esos episodios,
esos sucesos, esos pormenores, de V. sólo conocidos, que le ofrece su exquisita memoria:
dispuestos, estamos a prestarle atención, aunque, a decir la verdad, ¿qué de novedad han de
podernos inspirar los recuerdos de un hombre que, según confesión propia, no ha figurado para
nada en el mapa histórico ni político del país; no ha vivido lo que suele llamarse la vida pública; no
ha entrado jamás en intrigas cortesanas ni en conspiraciones revolucionarias, no le fueron familiares
ni los clubs tenebrosos ni los cubiletes electorales; no ha sido, en fin, ni orador parlamentario, ni
tribuno de plaza pública, ni periodista de oposición ni de orquesta; ni, por consecuencia, ministro ni
cosa tal; no ha probado el amargo pan de la emigración, ni el dulcísimo turrón del presupuesto, ni
firmado en toda su vida una mala nómina, ni recibido la más humilde credencial?».
Alto ahí, señores míos, contestará el autor; todo eso