Informática, pregunta formulada por callifulanita, hace 5 meses

Que es una solución democrática

Respuestas a la pregunta

Contestado por arialvarez371
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Respuesta:Un inglés pregunta a otro cómo ir a cierto lugar y obtiene la siguiente respuesta: “yo que usted no saldría desde aquí”. Me acuerdo de este chiste cada vez que escucho propuestas políticas para un determinado problema que parecen decir algo semejante, dando a entender que podría tomarse como punto de partida una realidad distinta de la que tenemos, nos guste o no. Con soluciones inapropiadas para problemas mal diagnosticados no se llega a ninguna parte, no al menos al lugar deseado. Sabemos relativamente bien —aunque no siempre lo consigamos— cómo equilibrar las diferencias en lo que se refiere al poder, el bienestar o los recursos económicos. Conocemos también las posibilidades de acomodar, reconciliar, controlar o reprimir los intereses materiales e incluso los conflictos ideológicos. Pero estamos perplejos frente a las confrontaciones sociales que se articulan sobre conceptos como autenticidad, desde sentimientos de pertenencia, identidad nacional o conflictos de lealtad. Con frecuencia estos problemas perduran produciendo una penosa irritación, sin que sepamos cómo entenderlos, hacerles frente o quitárnoslos de encima. Por eso la atención pública está particularmente asombrada ante este tipo de conflictos, que probablemente resulten los protagonistas del futuro inmediato, más complejos que otros de relativamente fácil solución. El conflicto de Catalunya es uno de estos problemas que se enquistan, de entrada, porque no acertamos a diagnosticar correctamente.

Explicación:No es extraño que, estando así las cosas, en vez de diálogo lo que tenemos son monologistas que lanzan una soflama de convicciones absolutas y se asombran de que los demás no se pongan de rodillas y se rindan ante tales evidencias. El uso y abuso de grandes palabras –estado de derecho, legalidad, democracia…– parece ahorrarnos el esfuerzo de concretar cómo pueden realizarse esos principios en una realidad como la que tenemos delante. Una manera de negarse a aceptar esa realidad es empeñarse en explicar las cosas porque los otros se han vuelto locos o se han vuelto fascistas (o nunca dejaron de serlo). Recursos de este estilo bloquean nuestra capacidad de observación, justifican la negación del diálogo y nos impiden imaginar cualquier espacio de encuentro. Llama la atención el escaso esfuerzo que dedicamos a realizar buenos análisis y propuestas realizables, sobre todo si lo comparamos con el número de movilizaciones, descalificaciones del adversario y tacticismos. Pese a todo, sigue siendo cierta, a mi juicio, la idea de que definir bien los problemas es la mitad de la solución.

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