Qué es , quien es o donde es el barroco neogranadino.
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Jaime Borja es historiador de la Universidad Javeriana. En su recorrido académico ha ahondado en la retórica medieval y colonial mediante el análisis de discursos escritos y visuales. Producto de ello es su investigación Pintura y cultura barroca en la Nueva Granada. Los discursos sobre el cuerpo, donde revisa la producción de pintura en el Nuevo Reino de Granada en los siglos XVII y XVIII. Lo que hace enriquecedor su trabajo es la mirada histórica sobre un fenómeno artístico marcado por aspectos religiosos, políticos, sociales y culturales.
A lo largo del texto, Borja busca, teniendo como eje la retórica del cuerpo en la pintura colonial, responder a la pregunta de cómo se asimilaron los temas y la cultura barroca en el Nuevo Reino de Granada en los siglos XVII y XVIII, y a la de cómo fue posible crear discursos que legitimaran esta cultura para lograr la edificación de un cuerpo social a partir del control de cuerpos individuales (17). En el primer capítulo reconstruye el contexto de las disposiciones tridentinas que influyeron en España después del siglo XVI, y cómo estas fueron ejercidas en las colonias americanas y particularmente en la Nueva Granada en los siguientes siglos. Ese ejercicio incidió en la reglamentación de la pintura por medio de los tratados y las formas como se creó la retórica visual. Respecto a la cultura barroca, el autor sustenta la idea de que en esta región había una "emisión de discursos para la construcción de la imagen del cuerpo 'individual' con la cual se quería construir idealmente el cuerpo social" (17). Borja respalda esta idea con el análisis de los elementos políticos, religiosos y culturales que se adoptaron en la colonia neogranadina, cuyas autoridades buscaron obtener el control sobre los sujetos coloniales con ayuda de los discursos religiosos.
Esta interpretación le da un nuevo valor al barroco: pasa de ser visto como un arte que operaba en función de la mística religiosa, a ser percibido como un elemento que, acorde con la situación religiosa y política de la España de la Contrarreforma, consolidó la cultura sacralizada de la Colonia. Así, el autor establece la diferencia entre el barroco como estilo y el barroco como cultura. El énfasis de este análisis se encuentra en la imagen, dado que la pintura era el elemento que reforzaba la configuración de una cultura que enseñaba las formas de vida dentro de la moral católica señalando los vicios por repudiar y las virtudes por aprender. Para lograrlo, Borja acude al trabajo de Hans Belting, que le permite tener claridad en la idea de la imagen como una construcción cultural.
Esto es lo que se denomina la política de la imagen, entendida como el lugar de encuentro de todas las categorías mencionadas anteriormente. Se trataba de un tipo de representación que "debía contener verdades dogmáticas además de suscitar sentimientos de adoración a Dios y, en consecuencia, incitar a la práctica de la piedad" (30). La política de la imagen posibilita comprender la complejidad de la relación entre imagen y sociedad tal y como se dio en el barroco neogranadino, en donde la imagen, de acuerdo con las disposiciones establecidas por la Iglesia católica, generaba un dominio del cuerpo de cada individuo y, por extensión, de la sociedad, a través de representaciones que enseñaban las formas adecuadas de vivir (las virtudes).
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johanna Cuenca. Romero.