¿Qué es lo más resaltante de la vida del Padre Alfonso?
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Alfonso Reyes Ochoa fue el noveno de los doce hijos del General Bernardo Reyes Ogazón y de Aurelia de Ochoa-Garibay y Sapién. Su padre ocupó importantes cargos durante los gobiernos de Porfirio Díaz (fue gobernador del estado de Nuevo León y secretario de Guerra y Marina).
Alfonso Reyes realizó sus primeros estudios en colegios de Monterrey, en el Liceo Francés de México, en el Colegio Civil de Monterrey, y posteriormente en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, que tiempo después sería la Facultad de Derecho, en la Ciudad de México, en donde el 16 de julio de 1913 se graduó como abogado. En 1909, fundó, con otros escritores, el Ateneo de la Juventud, donde Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso y José Vasconcelos Calderón, entre otros intelectuales, se organizaron para leer y discutir a los clásicos griegos, acuñar agudas reflexiones sobre la literatura y la filosofía universales, y llevar a cabo una importante labor de difusión cultural. De gran relevancia fueron las críticas que hicieron al positivismo y al desarrollo que tuvo en México durante el Porfiriato, mismas que suscitaron una verdadera revolución cultural en el país.
La Revolución mexicana de 1910 no favoreció a la familia Reyes, que tenía buenas relaciones con la dictadura porfirista. Reyes recuerda que escribía en su cuarto de la Ciudad de México con una carabina cargada, cerca de su escritorio; de vez en cuando, la miraba, preguntándose si tendría que usarla.[cita requerida] En 1911, cuando tenía 21 años de edad, publicó su primer libro, Cuestiones estéticas.
En agosto de 1912, fue nombrado secretario de la Escuela Nacional de Altos Estudios, antecedente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde impartió la cátedra de "Historia de la Lengua y Literatura Españolas".
En 1913, su padre participó en el golpe de Estado en contra del presidente Francisco I. Madero, lo que derivará en la lucha fratricida conocida como la Decena Trágica. El general Bernardo Reyes murió el primer día de combate, en el Zócalo de la Ciudad de México. Alfonso Reyes escribiría luego un poema a la memoria de esa tarde. Este hecho y la posterior participación de su hermano en el gobierno de Victoriano Huerta lo hicieron marchar a Europa en junio de ese año e incorporarse a la Legación de México en Francia, puesto que desempeñó hasta 1914.[cita requerida]
Estancia en España
Reyes se exilió luego en España, donde residió desde 1914 hasta 1924. Esta época será la de su mejor período de creación y en la que se convertirá, al mismo tiempo, en gran escritor y maestro de la investigación literaria.
En España, donde pasó apuros económicos, se consagró a la literatura y la combinó con el periodismo; trabajó en el Centro de Estudios Históricos de Madrid bajo la dirección de Don Ramón Menéndez Pidal. En 1919 fue nombrado secretario de la comisión mexicana "Francisco del Paso y Troncoso", año en el que efectuó la versión en prosa del Cantar de mio Cid.
Varios de sus amigos lo instaron a naturalizarse español, pues así podría desempeñar un puesto en el gobierno, pero Reyes no siguió el consejo. Alguna vez se le presentó una oferta para la enseñanza, pero la rechazó. Se interesó en la estética de Benedetto Croce. Publicó numerosos ensayos sobre la poesía del Siglo de Oro español, entre los que destacan: Barroco y Góngora; además, fue uno de los primeros escritores en estudiar a sor Juana Inés de la Cruz. De 1917 son Cartones de Madrid, su breve y magistral obra, Visión de Anáhuac, El suicida, y de 1921, El cazador. Fue colaborador de la Revista de Filología Española, de la Revista de Occidente y de la Revue Hispanique. Son notables sus trabajos sobre literatura española, sobre literatura clásica antigua y sobre estética, entre los que destacan, de esa época, Cuestiones estéticas (1911). En España organizó una ceremonia el 11 de septiembre de 1923 en el Real Jardín Botánico de Madrid para honrar la memoria del poeta simbolista Stéphane Mallarmé.
A partir de 1924 desarrolla una vida diplomática y social en París, Buenos Aires y Río de Janeiro. Traduce a Mallarmé y edita su propio correo literario: Monterrey, publicado a partir de 1930. Se cartea con amigos dispersos por todo el mundo y dicta discursos, conferencias y contribuye a homenajes y reuniones culturales.
Publica, entre otros, Cuestiones gongorinas (1927), Capítulos de literatura española (1939-1945), Discurso por Virgilio (1931). De su obra poética, que revela un profundo conocimiento de los recursos formales, destacan Ifigenia cruel (1924), Pausa (1926), 5 casi sonetos (1931), Otra voz (1936) y Cantata en la tumba de Federico García Lorca (1937).
Dejó asimismo una valiosa obra como traductor (Laurence Sterne, G. K. Chesterton, Antón Chéjov) y como editor (Ruiz de Alarcón, Poema del Cid, Lope de Vega, Gracián, Arcipreste de Hita, Quevedo).