¿Qué es el “tema de España”? En la generación del 98.
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Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Suele interpretarse la generación del 98 atendiendo exclusivamente al problema de España, como una reacción exasperada ante el Desastre, la pérdida de los últimos restos del imperio español, que la llevó a la crítica radical de las intituciones y formas de vida vigentes y, en su contrapunto, al ensueño de una nueva patria. Desde esta perspectiva de análisis, que es por lo general la que ha prevalecido, se origina problemas hermenéuticos de dificil, por no decir imposible resolución: de un lado, resulta confusa su demarcación con respecto al Regeneracionismo, que ya venía laborando en diversas direcciones por una renovación de la vida española; y, de otra parte, se erige una arbitraria frontera entre la generación del 98 y el Modernismo, basada en la pretendida contraposición de sus actitudes --ética la del 98 y estética la del Modernismo, según Diaz-Plaja (1) --, y sus respectivos intereses. Pero lo más grave con todo es, a mi juicio, el encubrimiento de la verdadera fisonomía espiritual de la generación, si se la aisla del contexto europeo de su tiempo. Ha contribuido, sin duda, a este desenfoque la elección de la fecha del 98 para designar el grupo generacional,--la acuñación es, como se sabe, de Azorín-- pese a que esta fecha representó muy poco, como han señalado Unamuno y Baroja, para la autoconciencia, ya formada, de aquellos hombres maduros, que estaban iniciando su andadura creativa en la vida pública, y sí, en cambio, mucho para los adolescentes, que como Ortega o Azaña vivieron el Desastre en carne viva de pasión y en dramática sintonía con su propia crisis vital
Explicación:
"Los caracteres morales de esta época --escribe Baroja refiriéndose a los nacidos hacia 1870-- fueron el individualismo, la preocupación ética y la preocupación de la justicia social, el desprecio por la política, el hamletismo, el anarquismo y el misticismo" (6), rasgos, como se ve, que coinciden o se superponen a los señalados por Azorín, quien, a diferencia de Baroja, siempre atendió más, al caracterizar a su generación, al contexto histórico inmediato de la cultura española (7). Sorprende, sin embargo, que la crítica, salvo atisbos y vislumbres ocasionales (8), no haya advertido tampoco la existencia de esta doble crisis, y, por lo mismo, haya recaido en general en las mismas ambigüedades y vacilaciones que encontramos en los hombres del 98.