¿que era la perdida de honor en la antigua grecia?
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Explicación:
EL HONOR EN GRECIA Y ROMA
El honor ha sido piedra angular de la cultura durante milenios. No sólo de la cultura europea
occidental o de las culturas indoeuropeas, sino de la cultura humana en general, de toda
cultura digna de este nombre. Nos hallamos ante un valor verdaderamente universal, aunque
sus formas de manifestación o expresión hayan podido ser muy diversas.
El sentido el honor afirma su presencia entre en los más diversos pueblos y razas del mundo y
a través de las sucesivas épocas de la historia. Adondequiera que dirijamos nuestra mirada,
veremos el honor tenido en alta estima, irradiando con esplendor su benéfica influencia y
presidiendo la vertebración del orden social, siempre y cuando la sociedad o cultura en
cuestión esté en forma, viva en un estado de normalidad y sobre ella no se hayan cebado las
sombras oscuras de la decadencia.
Sería exagerado decir --como a veces se ha sostenido-- que el honor es el valor supremo de
la cultura tradicional, o lo que viene a ser lo mismo, de una cultura normal, construida sobre
sólidos principios espirituales, imbuida de un ambiente sagrado e inspirada por una visión
aristocrática de la vida. Pero sí que se puede afirmar que constituye un valor central, en torno
al cual se articulan otros muchos valores, a los cuales sostiene, nutre y vivifica.
“Al remontarse hacia atrás, en sentido inverso al fluir del tiempo, la investigación histórica nos
pone siempre frente al hombre del rito y del honor, de la sabiduría y del orden”, escribe Attilio
Mordini en uno de sus libros más importantes en el que analiza los fundamentos espirituales
de la cultura humana desde sus orígenes.[1]
En la antigua cultura griega el concepto de honor se halla plasmado en las voces time, kydos y
aidos. En estos tres vocablos, íntimamente ligados a las nociones de areté o virtud y thymos,
personalidad o fuerza interior, se expresa el ideal de una forma de vida atenta a su más
sagrados deberes, enfocada al desarrollo de su nobleza innata y a la actualización de sus más
altas potencialidades para que el sujeto llegue a ser todo lo que puede y debe ser. De acuerdo a
la concepción griega, ningún ser humano puede llegar a ser verdadera y completamente feliz,
si no adquiere honor, en su doble vertiente, como conciencia de la propia valía (kydos) y como
consideración hacia su persona de la sociedad (time). Sólo el hombre con honor es feliz
(makar), y no se puede ganar honor sino por medio de la virtud (areté). Para el hombre
helénico, como apunta el helenista danés Vilhelm Grönbech, “una vida que no está a la altura
de sus posibilidades, de su areté, ya no es vida”. Para que sea vida auténtica, tiene que rebosar
virtud, y para ello tiene que estar empapada de time, aidos o kydos, palabras que llevan aparejada
la evocación de una conducta intachable, pues en ellas se expresa “el deber de estar sin tacha y
sin defecto”. Es tal la conexión existente en la visión griega de la vida entre deber y honor,
que el uno resulta inconcebible sin el otro. A juicio de los grandes poetas y pensadores de la
Hélade “el honor no trae deberes; es deber”.[2