Geografía, pregunta formulada por dxmonhossler, hace 4 meses

¿Qué elementos distinguieron culturalmente al cristianismo practicado en Bizancio de aquel practicado en Occidente?

Respuestas a la pregunta

Contestado por ITIELESQUIVELAMA
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Respuesta:

Resumen: No resulta fácil para el caso bizantino la distinción entre poder espiritual y poder terrenal. La brecha que los separa es tan estrecha que el análisis del fenómeno político se dificulta: la Iglesia y el Estado sostienen a la vez el cuerpo y el alma de una misma sociedad. La comprensión del particular fenómeno político bizantino, a fin de evitar interpretaciones y juicios anacrónicos, exige la revisión cuidadosa de las fuentes, dentro de las cuales las obras de Eusebio de Cesarea y los "Espejos de Príncipe" constituyen referencias de extraordinario valor científico.

Palabras clave: Cristianismo, Teoría Política bizantina, Eusebio de Cesarea, "Espejos de Príncipe", cesaropapismo.

Abstract: It is not easy for the Byzantine case the distinction between spiritual power and earthly power. The gap between them is so narrow that the analysis of political phenomena is difficult: the Church and the State argue both the body and soul of a society. Understanding the political phenomenon particularly Byzantine, to avoid anachronistic interpretations and judgments requires careful review of the sources, within which the works of Eusebius of Caesarea and "Prince Mirrors" are references to extraordinary scientific value.

Keywords: Christianity, Byzantine Political Theory, Eusebius of Caesarea, "Mirrors of Princes", cesaropapismo.

No resulta fácil para el caso bizantino la distinción entre poder espiritual y poder terrenal. La brecha que los separa es tan estrecha que el análisis del fenómeno político se dificulta: la Iglesia y el Estado sostienen a la vez el cuerpo y el alma de una misma sociedad1. El carácter de representante de Dios del emperador, permitió que su poder rebasara los límites del ejercicio del gobierno civil, ámbito en el cual era ya suficientemente poderoso, participando en las esferas políticas eclesiásticas, que le reconocieron la atribución de nominar o remover a los obispos y, entre ellos, al propio patriarca de Constantinopla. Además de ello, el soberano bizantino gozó, sin participar del sacerdocio, de una serie de privilegios propios de los consagrados por sucesión apostólica. Aún reconocidamente laico, le era permitido pasar delante del altar mientras se celebraba la Eucaristía, podía predicar la homilía en el templo, bendecir ritualmente con incienso al pueblo y tomar con sus propias manos el pan y el vino consagrados para comulgar durante la celebración de la Misa2. "Hay festividades señaladas en el año litúrgico -comenta el profesor Herrera- en que el Emperador revestido con todos los ornamentos oficiales, y en representación del mismo Cristo, oficia como un verdadero sacerdote, aunque sabe muy bien que no lo es"3. En cuanto a materias dogmáticas, si bien el emperador no poseía el derecho de crear ni cambiar dogmas de la Iglesia, para lo cual se requiere necesariamente de un Concilio Ecuménico, sí contaba entre sus atribuciones el poder de convocar uno cuando así le pareciera, como hizo el propio Constantino, por consejo del obispo Osio de Córdoba, cuando llamó al I Concilio Ecuménico (Nicea, 325) para combatir el problema de la herejía arriana. No por nada declaraba Demetrios Komatianós hacia el siglo XIII:

4. Del mismo modo, la condición de máximo jerarca de la Iglesia que según la doctrina cristiana recae en la figura del epíscopo, sumada, conforme al canon tercero del II Concilio Ecuménico (Constantinopla, 381) convocado por Teodosio, a la distinción de patriarca para el obispo constantinopolitano, le concedió a este dignatario una singular participación en el ámbito del orden político. Siempre bajo la tutela del emperador, el jefe de la Iglesia tomaba parte en la coronación del soberano, acto fundamental para la legitimación del poder imperial, considerado de origen divino. "Puesto que el Imperio Bizantino -comenta Henri Grégoire- es en líneas generales el Imperio Romano en su forma cristiana, no existe duda de que en Bizancio la Iglesia Cristiana automáticamente influye en la vida política y social, y en la vida de las letras y las artes tanto como en la vida religiosa del país"5. En los rituales de las frecuentes procesiones públicas de Constantinopla se manifestaba con toda nitidez la perfecta unidad entre el poder del soberano y el de la Iglesia. Estas fiestas, llevadas a cabo "...en beneficio del pueblo de la Ciudad, que representaba al del Imperio y aun a la misma Humanidad ... se ha calculado que no pasaban cinco días sin que hubiese alguna..."6.

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