Historia, pregunta formulada por jeanpierresaul2021, hace 1 mes

que el canibalismo político ?

Respuestas a la pregunta

Contestado por mariacamilabautista3
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Respuesta:

Las luchas internas en los partidos políticos, sin importar el signo ideológico o la doctrina que los

distingue y alienta, suelen desembocar en feroces reyertas y venganzas personales que, al final de

cuentas, lejos de fortalecer y dar cohesión orgánica al partido, acaban fracturándolo y, por lo mismo,

debilitándolo.

Después de un proceso electoral, esas luchas se intensifican y amplían, tanto en los partidos

perdedores como en el seno del ganador. Los derrotados tienden a exigir cuentas, mientras que los

vencedores exigen cuotas de poder. Ambas razones son suficientes para abrir la pelea y

ensangrentar la arena.

En el caso de los que perdieron la elección, los reclamantes van por la cabeza de los responsables.

Exigen cambios en la conducción y revisión profunda del liderazgo político. En cambio, en el caso de

los que ganaron la batalla, el reclamo está ligado a la concepción patrimonial del poder, que

convierte al Estado en un botín que debe ser repartido y distribuido en cuotas políticas e influencias

administrativas concretas.

Después de las recientes elecciones de noviembre de 2013, los contendientes están sumidos ya sea

en la euforia desmedida del triunfo o en la frustración y el desencanto de la derrota. Ambos estados

de ánimo son peligrosos y, con facilidad, se convierten en espacios propicios para la confrontación y

la discordia. Los ejemplos sobran, y una mirada somera al escenario político local es suficiente para

comprobar estas afirmaciones.

En el partido de gobierno son más que notorias las tendencias internas que disputan cuotas

específicas de poder y exigen un lugar determinado bajo la sombrilla estatal, valga decir un sitio

concreto en el presupuesto nacional. Muchos que creían tener asegurados sus espacios

tradicionales de influencia y mando, se han visto sorprendidos por la inesperada exclusión. Otros,

ilusos en demasía, siguen esperando la benevolencia presidencial y confían, ingenuos a toda

prueba, que “el hombre” (forma feminoide de identificar al jefe o llamar al poder) se acuerde de ellos

y los cubra de alguna manera con el manto de su magnanimidad.

Pero el poder obnubila y, a veces, distorsiona de tal manera el carácter y la conducta de quienes lo

detentan que los reconvierte y transforma en el contrario de lo que fueron antes. La antigua cortesía

se vuelve prepotencia y arrogancia; la sonrisa de antaño se muta en ceño fruncido, al tiempo que la

tolerancia en época de campaña electoral se traduce en exclusión grosera y silencio hostil. “El

hombre” ya no es el mismo, el poder lo ha cambiado, ha sacado a flote sus pasiones más primarias

y ha relegado a un segundo plano las virtudes que ostentaba. Como en una versión curiosa de “La

Metamorfosis” de Franz Kafka, nuestro personaje se ha vuelto un clon contradictorio de sí mismo.

Explicación:

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