que dos condiciones deben darse para que el alma de un difunto pudiera disfrutar de la vida eterna
Respuestas a la pregunta
El destino del Alma está en el Cielo; el destino del cuerpo está en la Tierra. Los ritos de momificación determinan la dirección del viaje. El Ego personal y el Alma ante la sala del Juicio El ego personal, simbolizado en la antigua cultura egipcia por el corazón, es de naturaleza doble. Posee un aspecto espiritual superior, que le otorga las facultades mentales de la memoria y la imaginación, pero este reflejo de la Inteligencia se encuentra sumergido en el mundo del deseo y de la dualidad, el “kama” de los hindúes. Por ello, se entiende como una suerte de Alma inferior humana o mente con deseo.
El corazón tiene dos nombres que en la vida hacen uno: Ab y Hati. El Hati es el corazón físico, el que se queda en la Tierra, el aspecto temporal, la sede de las pasiones que se deben dominar para trascender la naturaleza inferior. El Ab es el que va a ser juzgado, como el testigo que mira hacia el pasado y e futuro del Alma.
Helena Blavastky insiste en que el Alma que aspira a la osirificación, a la resurrección o renacimiento en un plano superior, es el yo personal (Ab). Este corazón, Ab, es a su vez el aspecto inferior de la mente. El Ba es el superior, y los dos constituyen una unidad. De hecho, deben integrarse como tal en la Sala del Juicio para demostrar estar en la Verdad, en la Justicia, en la Ley y en la Luz. Esto es lo que supone el alma osirificada, que permite al Ba recuperar el poder sobre su memoria y su imaginación. Hay varios capítulos del Libro de los Muertos en que el corazón hereditario, Geb-Ba o el principio que reencarna, solicita a su corazón Ab que no testimonie contra él.
Oh corazón mío,
mi corazón hereditario,
(te) preciso para mis transformaciones (…)
no te separes de mi ante el guardián de las balanzas.
Tú eres mi personalidad dentro de mi pecho,
compañero divino que vela sobre mis carnes