¿Qué diferencia encuentran entre la división de poderes que proponía la Constitución de Cádiz y la que existe en la actualidad en México?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Por generaciones, los mexicanos hemos aprendido a reconocer y valorar los actos de las personas que, con sacrificio de sus bienes y aun de su vida, se levantaron en armas en 1810. La justicia que hacemos a los insurgentes debería alcanzar también a los hombres y mujeres que por otros medios colaboraron en la construcción de México, ya que como creadores de instituciones y promotores de la participación ciudadana, su actividad estuvo vinculada de diferentes maneras con la Constitución elaborada en Cádiz por un grupo de diputados de España e Hispanoamérica, la cual fue la primera Carta Magna vigente en el territorio que actualmente ocupa nuestro país.
A doscientos años de su promulgación, quiero mostrar algunas de las herencias de La Pepa, sobrenombre que se dio a la Constitución por haber sido promulgada el 19 de marzo de 1812. En los siguientes apartados describiré tres procesos desencadenados en Nueva España por ese documento. Conviene decir de una vez que algunos de ellos fueron echados a andar de manera intencional por los constituyentes de Cádiz, como la libertad de prensa y las elecciones, mientras que otros fueron resultados imprevistos, como el federalismo.
Las primeras elecciones ciudadanas
En septiembre de 1812 se conoció la Constitución de Cádiz en Nueva España y de inmediato las autoridades se dispusieron a acatarla, aunque no siempre con entusiasmo. Había muchas novedades en ese documento, algunas tan importantes como la desaparición de la figura del virrey; pero sin duda la más trascendente era el reconocimiento de que la soberanía radicaba no en el monarca sino en la nación, compuesta por los ciudadanos de todos los dominios españoles. Por tal motivo, eran los habitantes quienes debían elegir a las autoridades principales: las mismas Cortes –como se llamó al congreso legislativo–, las diputaciones provinciales –órganos colegiados que administraban las provincias– y los ayuntamientos que se establecieron en las poblaciones con más de mil habitantes.
No es seguro el número de ayuntamientos que se establecieron en Nueva España gracias a la Constitución, pero fue superior a mil. Desde Yucatán hasta Sonora, los habitantes de esas poblaciones se prepararon para salir a votar por sus autoridades políticas por primera vez. Todos los varones mayores de edad con un “modo honesto de vida” y vecinos de una parroquia tenían derecho a votar, con excepción de los descendientes de africanos –a quienes los diputados españoles se negaron a otorgar la ciudadanía–, frailes, presos y sirvientes domésticos.
No importaba si se era indígena, mestizo o blanco, culto o analfabeta, rico o pobre, todos los que cumplieran los requisitos señalados por la Constitución podrían votar. En muchos poblados donde la mayoría era afrodescendiente se permitió votar a sus habitantes, aunque la ley lo prohibiera; en otros no faltó el sirviente que reclamara que vivía de modo honesto y era un vecino honrado. Esto se pudo hacer porque la Constitución dio plena libertad a las juntas electorales, compuestas por vecinos respetables y representantes de autoridades –como el cura–, para la organización de las votaciones.
En las grandes ciudades la movilización ciudadana ocasionada por los procesos electorales tomó por sor-presa a las autoridades. No se esperaban que tanta gente saliera a ejercer su derecho. Los frailes y las mujeres, quienes no podían votar, arengaban a los ciudadanos para que lo hicieran. Algunas mujeres ricas hicieron tertulias en las que se discutían los nombres de las personas que debían ser electas.
La ciudad de México puede servir de ejemplo para conocer cómo se realizaron las elecciones. El 29 de noviembre de 1812 se establecieron las mesas de votación en las parroquias capitalinas. Las personas con derecho al voto –y muchas que no lo tenían– se presentaron para dar, de viva voz o mediante una papeleta, el nombre de los electores que designarían a regidores y alcaldes del ayuntamiento. No faltó quien quiso inducir la decisión a través de dádivas (se repartió pulque entre los votantes). Otros llevaron a la gente a votar a una y a otra parroquia. Estas irregularidades sirvieron de pretexto para que las autoridades suspendieran temporalmente el proceso electoral, pero en realidad lo hicieron porque la cantidad de gente que salió a votar fue enorme, inesperada. La jornada terminó a las ocho de la noche, con fiesta. El conteo dio el triunfo a “25 americanos, todos honrados y del mejor modo de pensar”, a decir de la sociedad secreta de los Guadalupes, que simpatizaba con la insurgencia. Entre los electos no había un solo partidario del gobierno, de modo que se suspendió el proceso en la ciudad de México y en algunas poblaciones cercanas.
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