¿Qué dice el cántico de la caridad (Cor. 13, 1-8)?
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Paciencia: La paciencia de Dios es ejercicio de la misericordia con el pecador y manifiesta el verdadero poder.
El Papa dice: “Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, tal como es”.
Servicial: Así puede mostrar toda su fecundidad, y nos permite experimentar la felicidad de dar, la nobleza y la grandeza de entregarse sobreabundantemente, sin medir, sin reclamar pagos, solo por el gusto de dar y servir.
Sanando la envidia: El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia. Acepta que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida. Entonces, procura descubrir su propio camino para ser feliz, dejando que los demás encuentren el suyo.
Sin hacer alarde ni agrandarse: La actitud de humildad aparece aquí como algo que es parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad.
Amabilidad: El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social firme. Así se protege a sí mismo, ya que sin sentido de pertenencia no se puede sostener una entrega por los demás, cada uno termina buscando sólo su conveniencia y la convivencia se hace imposible.
Desprendimiento: El amor puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, sin esperar nada a cambio (Lc 6,35), hasta llegar al amor más grande, que es dar la vida por los demás.
Sin violencia interior: La indignación es sana cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando tiende a impregnar todas nuestras actitudes ante los demás.
Perdón: ejemplo, cualquier error o caída del cónyuge puede dañar el vínculo amoroso y la estabilidad familiar. Si aceptamos que el amor de Dios es incondicional, que el cariño del Padre no se debe comprar ni pagar, entonces podremos amar más allá de todo, perdonar a los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros.
Alegrarse con los demás: Cuando una persona que ama puede hacer un bien a otro, o cuando ve que al otro le va bien en la vida, lo vive con alegría, y de ese modo da gloria a Dios, porque Dios ama al que da con alegría (2Co 9,7).
Confía: Esa confianza básica reconoce la luz encendida por Dios, que se esconde detrás de la oscuridad, o la brasa que todavía arde bajo las cenizas. Esa misma confianza hace posible una relación de libertad.
Espera: Siempre espera que sea posible una madurez, un sorpresivo brote de belleza, que las potencialidades más ocultas de su ser germinen algún día.
Soporta todo: Es mantenerse firme en medio de un ambiente hostil. No consiste sólo en tolerar algunas cosas molestas, sino en algo más amplio: una resistencia dinámica y constante, capaz de superar cualquier desafío.
Escrito por Francisco, escrito por el Papa.
El Papa dice: “Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, tal como es”.
Servicial: Así puede mostrar toda su fecundidad, y nos permite experimentar la felicidad de dar, la nobleza y la grandeza de entregarse sobreabundantemente, sin medir, sin reclamar pagos, solo por el gusto de dar y servir.
Sanando la envidia: El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia. Acepta que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida. Entonces, procura descubrir su propio camino para ser feliz, dejando que los demás encuentren el suyo.
Sin hacer alarde ni agrandarse: La actitud de humildad aparece aquí como algo que es parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad.
Amabilidad: El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social firme. Así se protege a sí mismo, ya que sin sentido de pertenencia no se puede sostener una entrega por los demás, cada uno termina buscando sólo su conveniencia y la convivencia se hace imposible.
Desprendimiento: El amor puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, sin esperar nada a cambio (Lc 6,35), hasta llegar al amor más grande, que es dar la vida por los demás.
Sin violencia interior: La indignación es sana cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando tiende a impregnar todas nuestras actitudes ante los demás.
Perdón: ejemplo, cualquier error o caída del cónyuge puede dañar el vínculo amoroso y la estabilidad familiar. Si aceptamos que el amor de Dios es incondicional, que el cariño del Padre no se debe comprar ni pagar, entonces podremos amar más allá de todo, perdonar a los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros.
Alegrarse con los demás: Cuando una persona que ama puede hacer un bien a otro, o cuando ve que al otro le va bien en la vida, lo vive con alegría, y de ese modo da gloria a Dios, porque Dios ama al que da con alegría (2Co 9,7).
Confía: Esa confianza básica reconoce la luz encendida por Dios, que se esconde detrás de la oscuridad, o la brasa que todavía arde bajo las cenizas. Esa misma confianza hace posible una relación de libertad.
Espera: Siempre espera que sea posible una madurez, un sorpresivo brote de belleza, que las potencialidades más ocultas de su ser germinen algún día.
Soporta todo: Es mantenerse firme en medio de un ambiente hostil. No consiste sólo en tolerar algunas cosas molestas, sino en algo más amplio: una resistencia dinámica y constante, capaz de superar cualquier desafío.
Escrito por Francisco, escrito por el Papa.
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